viernes, 2 de marzo de 2018

Beatriz Galindo. Escritora y erudita, conocida como "la Latina"



“La Latina”, Beatriz Galindo, escritora, humanista y mujer de confianza y confidente de la Reina Isabel I de Castilla, “la Católica”. Es conocida sobre todo por su fama de mujer culta, preocupada por las letras y conocedora de la lengua latina, de lo que le ha venido el sobrenombre.

Pertenecía a la nueva nobleza que iba a rodear a los Reyes Católicos.

Retrato anónimo de Beatriz Galindo
Beatriz Galindo nació, en el año 1465, aunque esta fecha es dudosa y algunos la retrasan a 1475, en el seno de una familia adinerada e hidalga de la ciudad de Salamanca. Su filiación tampoco está clara. Hay dos posibilidades: una es que fuera hija de Martín Fernández Galindo, caballero de Écija y comendador de la Orden de Santiago; pero es más probable que su padre fuera Juan López de Gricio, como afirma Gonzalo Fernández de Oviedo en las Batallas y Quincuagenas. . Fue bautizada en la parroquia de San Román (Salamanca).

Su familia era oriunda de Zamora y su origen era del grupo de hidalgos no muy adinerados que integraban las oligarquías urbanas en Castilla en aquellos años. Tuvo una esmerada educación, que incluyó el conocimiento del latín. Su interés por la cultura influyó en la decisión de sus padres de que orientara su vida hacia el retiro conventual, ya que la situación económica familiar no era muy buena. Aunque no llegó a profesar, siempre tuvo fama de mujer virtuosa, discreta y sabia. Inició el conocimiento de la gramática y del latín muy joven y a los dieciséis años parece que dominaba esta lengua de tal manera que asombró al claustro de la Universidad salmantina y fue reconocida como especialista en textos clásicos, especialmente en los de Aristóteles, un filósofo al que admiraba.. Su buena formación intelectual presagiaba su dedicación a la vida monástica.

Monumento a la Latina en la Puerta del Ángel (Madrid)
Así pues, desde muy pequeña, alentada por su padre, sintió un gran fervor religioso con la idea de tomar los hábitos, algo que no llegó a realizar y que le llevó a estudiar latín con gran provecho (de ahí el apelativo que le puso el pueblo: “la Latina”), y griego, con el fin de entender mejor las escrituras sagradas y los cánticos religiosos.

Esta habilidad, poco común en la época, y más en una mujer, llamó la atención de la reina Isabel I de Castilla, 14 años mayor que ella, la cual necesitaba tener a su lado a alguien que la enseñara latín, el idioma de la diplomacia europea. Así, en 1486, llegó a la corte de los Reyes Católicos con el cargo de camarera real, encargada de instruir en Latín a la mismísima reina y de educar a sus hijos, el Príncipe Juan el heredero a la Corona y para sus hijas, Juana, Maria, Isabel y Catalina. Su actividad no se limitó solo a la enseñanza, también se encargó de extender y dar a conocer las nuevas tendencias renacentistas llegadas desde Italia.


La reina Isabel y las mujeres de las que se rodeó, como Beatriz Galindo, creían en el proyecto humanista y pretendían intervenir en el cambio que debía sufrir la sociedad para adecuarla a los principios políticos y sociales que el Renacimiento preconizaba.

Llegó a la Corte muy joven y fue la reina Isabel, que pronto sintió aprecio hacia Beatriz, quien decidió la boda con Francisco Ramírez de Madrid, perteneciente a una familia hidalga afincada en Madrid y bastante mayor que ella, pues había nacido en torno a 1445. Francisco era conocido como “el Artillero”, por sus dotes como militar especializado en esta materia. Así, Beatriz contrajo matrimonio, en 1495, con uno de los hombres de confianza de los reyes Católicos, pero quedó viuda pronto, al morir su esposo en 1501, cuando sofocaba una insurrección de mudéjares de la Serranía de Ronda, al no respetar los castellanos las capitulaciones pactadas con los mudéjares granadinos, dejándole una importante herencia.

Al enviudar, se retiró a la villa de Madrid y aquí ejerció un importante mecenazgo religioso llevando a cabo tres fundaciones benéfico-religiosas muy importantes: un hospital, y dos conventos de religiosas, los dos bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, culto que Isabel I y las mujeres que formaban la casa de la Reina, que eran íntimas colaboradoras suyas, seguían y potenciaban. Los dos conventos de concepcionistas estuvieron bajo la norma jerónima uno y el otro bajo la franciscana.
Hospital de la Latina, a finales del siglo XIX
Detalle de la portada del hospital de la Latina
A partir de la muerte de la reina Isabel, en 1504, abandonó su relación con la Corte y su vida transcurrió retirada y dedicada a la realización de obras para la caridad y creaciones asistenciales. Entre estas, además de los dos conventos mencionados, el más importante fue, sin duda, el Hospital de la Concepción situado en la calle Toledo y conocido como su fundadora: El hospital de la Latina, muy cerca del actual mercado de la Cebada, con unas normas muy estrictas: solo atendería a personas realmente sin recursos, presos, pobres y gentes desahuciadas. En este hospital, incluso llego a fijar temporalmente su residencia.

Beatriz, ya viuda, consiguió crear dos mayorazgos para sus dos hijos (1504), que eran muy niños cuando murió su padre y de los que ella era tutora. El de Fernando estaba constituido fundamentalmente por las tierras que Francisco Ramírez había recibido en Bornos, tras sus intervenciones en la Guerra de Granada. El mayorazgo de Nuflo estaba centrado en las tierras madrileñas de Rivas. Tanto Fernando como Nuflo no supieron mantener sus haciendas en la buena situación que las recibieron de su madre, que las había administrado durante su niñez con gran acierto y Beatriz, en varias ocasiones, tuvo que ayudar a ambos a pagar deudas para evitar que peligraran los bienes que constituían estos mayorazgos.

 
Sepulcro. Cenotafio, 1531, en el Monasterio de la Concepción
Beatriz Galindo murió en Madrid en 1535, a los 69 años de edad. Pese a todo su conocimiento, el legado cultural que nos dejó es muy escaso: tan sólo algunas cartas en latín, versos y su propio testamento en el que expresó el deseo de donar su dinero (los RR.CC. la habían dotado con 500.000 maravedís, toda una fortuna para la época) a los más pobres.












Hoy día, su recuerdo sigue presente en uno de los barrios más famosos de Madrid que lleva su nombre: “La Latina”, en la calle de Beatriz Galindo, junto a las Vistillas y con un monumento a su figura en Puerta del Ángel y otro en Navalcarnero (Madrid).

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