miércoles, 25 de mayo de 2022

Mariano Álvarez de Castro. Defensor de Gerona ante las tropas Napoleónicas



Gobernador Militar y Político interino de la Plaza de Gerona y sus fuertes, dirigió la defensa de Gerona. Caballero de la Real Orden Militar de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, Capitán de las Reales Guardias de Infantería Españolas, Subdelegado de Rentas Reales, etc. En abril de 1810, a título póstumo, es nombrado Mariscal y Comandante del I batallón del Regimiento de la Guardia Real Española y, en octubre del mismo año, Teniente General.


Mariano (José Manuel Bernardo) Álvarez de Castro López González del Pino Troncoso de Lira y Sotomayor nació el 8 de septiembre de 1749 en Granada. Fueron sus padres don Francisco Álvarez de Castro y doña Apolonia Joaquina López Aparicio. Mariano pertenecía a una antiquísima y noble estirpe, con posesiones en diferentes lugares, entre ellos en Burgo de Osma (Soria),

Entró, en 1768, como cadete en la Guardia Real Española, para pasar posteriormente a la Academia de Matemáticas (para su ingreso se exigía la condición de noble), que entonces estaba en Barcelona, donde terminó los estudios en 1775.

Estuvo en el sitio de Gibraltar (1779 y 1783), hizo la campaña del Rosellón (1793-1795), y al acabar la guerra, era capitán con el grado honorífico de coronel. Participó como brigadier –general de brigada de hoy- en la corta guerra de las Naranjas contra Portugal (1801), hallándose en las ocupaciones de Elvas y en Villaviciosa.

En 1779 recibió el hábito de Santiago en la iglesia de Santiago de la Espada de Sevilla.

Con 60 años, estaba en Madrid cuando fue ocupada por los franceses, pero pudo salir y llegar a Gerona donde se encontraba su regimiento. Fue nombrado por la Junta Suprema de Gobierno del Reino, Gobernador de Gerona. Ya en los primeros meses de la Guerra de la Independencia, de junio a julio de 1808, el general francés Duhesme intentó conquistar la ciudad, cercándola con 5.000 soldados y después con 11.000, pero sin éxito, pues estos intentos fueron desbaratados al conseguir los asediados destruir sus fortificaciones. Por todo ello, Duhesme se retiró a Barcelona.

La conquista de Zaragoza, en febrero de 1809, animó al estado mayor del rey José a intentar de nuevo la conquista de Gerona, un importante bastión que dificultaba sus comunicaciones con Francia, y, para ello, el mariscal Saint-Cyr ordenó su asedio.. Dentro de ella se encontraban 5.000 soldados y 9.000 habitantes dispuestos a todo, estando al mando de la plaza el general Álvarez de Castro, militar valeroso que, al poco tiempo de iniciarse el asedió, difundió un lacónico bando que decía: «Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitulación o de rendirse».

Álvarez de Castro, con el título de Cruzada gerundense, formó siete compañías, de las que dos eran de clérigos seculares y regulares, otra era la de Santa Bárbara, en la que se enrolaron 127 señoras de toda clase y condición. El 21 de junio de 1809, el mariscal francés acudió personalmente frente a Gerona.

El emperador Napoleón dejó claro a su Estado Mayor que era preciso para la buena marcha de las operaciones en España el mantener expedita la comunicación entre la ciudad de Barcelona, ocupada y controlada por los imperialistas, y la frontera francesa (retaguardia), para lo que debía tomarse la plaza de Gerona, pequeña y mal fortificada plaza, situada en mitad del trayecto, complemento de la de Figueras.

La Junta Central encargó al general Joaquín Blake que socorriera a la heroica guarnición y a los habitantes de Gerona. Este general disponía de un ejército de 15.000 hombres, compuesto por tropas poco curtidas. Por ese motivo, su estrategia se encaminó a introducir un gran convoy en la ciudad con armas y alimentos, descartando la posibilidad de enfrentarse en campo abierto con Saint-Cyr y obligarle a levantar el asedio. El convoy, dirigido por el general García Conde, llegó a la ciudad gracias a que Blake realizaba operaciones guerreras con el resto de sus tropas para distraer a las fuerzas sitiadoras y permitir la entrada de los refuerzos en Gerona.

Mapa del Sitio de Gerona
Los asediados les recibieron con grandes muestras de alegría, pensando que con aquella acción del ejército del Principado de Cataluña se había puesto fin al asedio. Estas esperanzas estaban muy lejos de la realidad, ya que el resto de las tropas de Blake se retiraron inmediatamente hacia Sant Hilari y Hostalric, para evitar el combate con el grueso de las tropas de Saint-Cyr, por lo que Gerona siguió sitiada.

En este contexto, las fuerzas de García Conde planteaban un problema, pues eran 4.500 nuevas bocas que alimentar y amenazaban con consumir en poco tiempo los alimentos introducidos con tanto esfuerzo. Por ese motivo, Álvarez de Castro pidió a García Conde que abandonara Gerona, dejando únicamente 2.800 combatientes para cubrir las bajas padecidas por la guarnición.


El 15 de septiembre, los gerundenses realizaron una salida contra el enemigo, aprovechando las tropas de refresco. A pesar de ese esfuerzo, en las semanas que siguieron los sitiadores ocuparon los fuertes de San Luis, San Narciso, San Daniel y Montjuïch. Diez días más tarde, Blake intentó introducir otro convoy en una ciudad en ruinas, donde el hambre y las enfermedades provocaban numerosos muertos, pero fue atacado por los franceses que exterminaron, casi en su totalidad, a sus componentes. A pesar de estos desastres, Álvarez de Castro continuaba férreamente decidido a cumplir con la misión que se le había encomendado.

El retraso de Saint-Cyr en conquistar Gerona originó que fuera sustituido por el mariscal Augereau. Poco tiempo después, el general Blake volvió a intentar socorrer Gerona emprendiendo, a partir del 17 de octubre, varios ataques sobre las posiciones francesas. Ante el fracaso de los mismos, se retiró sobre Vic en las primeras semanas de noviembre, dejando Gerona abandonada a su suerte. Esta grave situación fue conocida por los asediados gracias a unos despachos de Blake, que lograron ser introducidos en la ciudad.

Finalmente, Álvarez de Castro, por  agotamiento  y  enfermedad, tuvo que entregar el mando de la ciudad a su segundo, el general Julián Bolívar, quien firmó una honrosa capitulación el 10 de diciembre de 1809, rindiendo la ciudad y los 4.160 supervivientes de su guarnición. El asedio de Gerona provocó 9.000 muertos entre los sitiados y 20.000 entre los franceses. A pesar de los numerosos efectivos franceses y de las más de 60.000 balas de cañón y 20.000 bombas y granadas que cayeron sobre la ciudad, ya bastante deteriorada después de los asedios que había sufrido, los gerundenses resistieron valientemente durante casi ocho meses.

Castillo de San Fernando, en Figueras (Gerona)
Los franceses hicieron prisionero a Mariano Álvarez de Castro, que estaba gravemente enfermo, al que infringieron un trato inhumano por tanta oposición como había mostrado, por lo que terminó muriendo al poco tiempo, el 22 de enero de 1810, en la prisión del castillo de San Fernando de Figueras. Fue enterrado en el cementerio de Figueras y, tras varios traslados, después de la guerra civil española, fue inhumado en un mausoleo en la capilla de San Narciso de la iglesia de San Félix de Gerona.

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