Militar de extensa trayectoria. El Rey Felipe III lo
nombró Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ejerció en dos periodos
distintos. Entre sus logros se cuentan haber organizado y profesionalizado el
ejercito, además de fijar una frontera estratégica para avanzar en la guerra de
Arauco.
Alonso
de Ribera y Zambrano nació en Úbeda (Jaén) en 1560, y murió en Concepción
(Chile) el 9 de marzo de 1617, en ejercicio de sus funciones. Fue hijo natural
del hidalgo notorio y capitán Jorge de Ribera Zambrano y Dávalos –quien pretendía ser descendiente de los Reyes de
Aragón– y de Ana Gómez de Montecinos y
Gómez de Pareja, padres también de los capitanes Jorge y Juan de Ribera. Contrajo matrimonio con Inés de Córdoba y Aguilera.
Alonso de Ribera probó su nobleza en la Orden de Santiago en 1615.
Después
de estudiar Matemática, Ribera se unió como soldado al ejército español de Flandes, donde inició una larga y
exitosa carrera militar. Desde 1583 participó en importantes contiendas en
Francia junto a Alejandro Farnesio, duque de Parma. Además, integró la Armada Invencible
de 1588 y las huestes del cardenal archiduque Alberto, gobernador de los Países
Bajos.
La extensa trayectoria militar de
Ribera le valió el reconocimiento del Rey Felipe III, quien en 1599 lo nombró Gobernador y Capitán
General de Chile, motivado por la derrota
española de Curalaba (1598) ante los mapuche, en la cual los indígenas insurrectos
asesinaron al gobernador anterior y arrasaron las ciudades españolas situadas
al sur del río Bío Bío, para tratar de dar un giro radical a la situación de la
guerra, cargo que ejerció primero entre 1601 y 1605 y, luego, entre 1612 y
1617.
El
nuevo Gobernador salió de Sevilla, en abril de 1600, con sólo 300 hombres. A su
llegada a América se entrevistó con el ex Gobernador Alonso de Sotomayor, quien
le informó sobre las características de la Guerra del Arauco (contra los mapuche). Luego, se dirigió al Perú y, finalmente,
llegó a Concepción en febrero de 1601.
Tras
llegar a Chile, Ribera evaluó la situación del ejército, que él mismo
describió: “Estaba esta gente tan mal disciplinada y simple en las cosas de la
milicia que nunca tal pudiera imaginar ni me sería posible dallo a entender”.
El ejército español distaba de ser
profesional y fue descrito por el gobernador Alonso de Ribera en términos
lamentables, dada su precariedad material y moral. Estaba compuesto por los
encomenderos de Santiago y Concepción quienes debieron costear sus propias
armas y pertrechos junto a un gran número de indios de encomienda. Estas tropas
realizaron incursiones cada verano para realizar las llamadas campeadas, la
destrucción de las sementeras indígenas y toma de prisioneros de guerra como
esclavos, lo cual explica, en gran parte, el odio que los araucanos sentían
hacia el invasor español.
Las
medidas que tomó para remediar esta situación fueron varias: reorganizó a las
tropas de infantería; impuso la disciplina militar; puso orden en los
campamentos; se preocupó tanto del vestuario, de la alimentación y del pago de
los soldados, como también del armamento, los animales y todo lo necesario para
la guerra.
La muerte de Caupolicán |
Estos
esfuerzos fueron complementados con la creación, en 1604, de un ejército
permanente de 1.500 hombres, bien pagados con los fondos que llegaron del Perú.
Todo esto fue complementado con la adopción de una serie de medidas para asegurar
el abastecimiento de las tropas dentro del mismo Reino.
Con una visión de estratega, Ribera
planteó la necesidad de concentrar las fuerzas españolas en una línea
fronteriza conformada por varios fuertes que, a medida que se fuera consolidando el dominio hispano, avanzaría
hacia el Sur. En las campañas realizadas durante su primer gobierno, logró
introducirse en territorio mapuche y construyó 19 fuertes, algunos de ellos con
carácter provisional.
Batalla entre mapuches y españoles |
El
Gobernador también se preocupó de la
situación de los indígenas sometidos a régimen de encomienda, tratando de
eliminar los abusos de que eran objeto por parte de los españoles. Por ejemplo,
prohibió que los naturales cargasen en sillas de mano a las mujeres que iban a
misa o de visita.
En 1603 estableció una nueva tasa
reglamentando la labor indígena en las encomiendas, que restablecía el trabajo personal de los
indígenas, pero con un sistema especial llamado demora: un tercio de los
naturales de las minas trabajaban 8 meses, quedándole dos años y cuatro meses
para dedicarse a sus actividades, antes de que les tocara retornar a las
labores mineras.
La
actitud desenfadada del Gobernador, acostumbrado a la rica vida cortesana de
Flandes, escandalizó a una sociedad colonial retraída y austera
como la chilena. Ribera introdujo algunas prácticas sociales desconocidas
para la época: los grandes banquetes, las fiestas, los juegos de naipes y otros
prohibidos por el Rey, los trajes suntuosos, etc. Estas costumbres, sumadas al
hecho de que Ribera se había casado con una criolla sin el permiso previo del
Rey –requisito indispensable para los
gobernadores y jueces–, motivaron
severas acusaciones en contra suya que le costaron el desprestigio y el fin de
su primer mandato en 1605.
Ribera
fue sometido, como correspondía, a un juicio
de residencia; en el que se examinaban todas las quejas que quisiera hacer
cualquier persona respecto de alguna autoridad. El de Ribera incluyó varias
denuncias: se le acusó de tratar con rudeza a los soldados, abrir la
correspondencia ajena, favorecer a los parientes de su mujer, realizar juegos
de azar, perseguir a dos clérigos y ser hombre de poca devoción. Tras dejar la
gobernación, se trasladó a Córdoba con su familia, donde permaneció hasta 1612,
cuando nuevamente asumió la gobernación de Chile.
El segundo mandato de Alonso de Ribera
se puede resumir en dos hechos fundamentales: el establecimiento del sistema de
guerra defensiva, planificado por el padre Luis de Valdivia -principal impulsor
de su nueva designación- y la llegada de corsarios holandeses, descubridores
del Cabo de Hornos.
El sacerdote planteaba dejar estática la Frontera que separaría la zona española y la zona indígena, permitiendo sólo a los misioneros incursionar hacia el Sur. A pesar de que no estaba totalmente de acuerdo, Ribera cumplió e hizo cumplir sin críticas las órdenes reales que establecían la guerra defensiva en Chile. El fracaso del sistema, convenció al Gobernador de la inutilidad de este tipo de guerra. La autoridad y el sacerdote rompieron las relaciones cordiales que hasta entonces habían sostenido.
Dentro
de las últimas tareas realizadas por Ribera estuvo la defensa de las costas
chilenas del ataque de los corsarios holandeses (1613). Fue en esta misma época
que una expedición holandesa descubrió, el 29 de enero de 1616, el Cabo de
Hornos.
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