lunes, 7 de enero de 2019

Alonso de Ribera. Gobernador de Chile, participó en la guerra del Arauco



Militar de extensa trayectoria. El Rey Felipe III lo nombró Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ejerció en dos periodos distintos. Entre sus logros se cuentan haber organizado y profesionalizado el ejercito, además de fijar una frontera estratégica para avanzar en la guerra de Arauco.

Alonso de Ribera y Zambrano nació en Úbeda (Jaén) en 1560, y murió en Concepción (Chile) el 9 de marzo de 1617, en ejercicio de sus funciones. Fue hijo natural del hidalgo notorio y capitán Jorge de Ribera Zambrano y Dávalos quien pretendía ser descendiente de los Reyes de Aragón y de Ana Gómez de Montecinos y Gómez de Pareja,  padres también de los capitanes Jorge y Juan de Ribera. Contrajo matrimonio con Inés de Córdoba y Aguilera.

Alonso de Ribera probó su nobleza en la Orden de Santiago en 1615.

Después de estudiar Matemática, Ribera se unió como soldado al ejército español de Flandes, donde inició una larga y exitosa carrera militar. Desde 1583 participó en importantes contiendas en Francia junto a Alejandro Farnesio, duque de Parma. Además, integró la Armada Invencible de 1588 y las huestes del cardenal archiduque Alberto, gobernador de los Países Bajos.

La extensa trayectoria militar de Ribera le valió el reconocimiento del Rey Felipe III, quien en 1599 lo nombró Gobernador y Capitán General de Chile, motivado por la derrota española de Curalaba (1598) ante los mapuche, en la cual los indígenas insurrectos asesinaron al gobernador anterior y arrasaron las ciudades españolas situadas al sur del río Bío Bío, para tratar de dar un giro radical a la situación de la guerra, cargo que ejerció primero entre 1601 y 1605 y, luego, entre 1612 y 1617.

El nuevo Gobernador salió de Sevilla, en abril de 1600, con sólo 300 hombres. A su llegada a América se entrevistó con el ex Gobernador Alonso de Sotomayor, quien le informó sobre las características de la Guerra del Arauco (contra los mapuche). Luego, se dirigió al Perú y, finalmente, llegó a Concepción en febrero de 1601.

Tras llegar a Chile, Ribera evaluó la situación del ejército, que él mismo describió: “Estaba esta gente tan mal disciplinada y simple en las cosas de la milicia que nunca tal pudiera imaginar ni me sería posible dallo a entender”.

El ejército español distaba de ser profesional y fue descrito por el gobernador Alonso de Ribera en términos lamentables, dada su precariedad material y moral. Estaba compuesto por los encomenderos de Santiago y Concepción quienes debieron costear sus propias armas y pertrechos junto a un gran número de indios de encomienda. Estas tropas realizaron incursiones cada verano para realizar las llamadas campeadas, la destrucción de las sementeras indígenas y toma de prisioneros de guerra como esclavos, lo cual explica, en gran parte, el odio que los araucanos sentían hacia el invasor español.

Las medidas que tomó para remediar esta situación fueron varias: reorganizó a las tropas de infantería; impuso la disciplina militar; puso orden en los campamentos; se preocupó tanto del vestuario, de la alimentación y del pago de los soldados, como también del armamento, los animales y todo lo necesario para la guerra.

La muerte de Caupolicán
Estos esfuerzos fueron complementados con la creación, en 1604, de un ejército permanente de 1.500 hombres, bien pagados con los fondos que llegaron del Perú. Todo esto fue complementado con la adopción de una serie de medidas para asegurar el abastecimiento de las tropas dentro del mismo Reino.

Con una visión de estratega, Ribera planteó la necesidad de concentrar las fuerzas españolas en una línea fronteriza conformada por varios fuertes que, a medida que se fuera consolidando el dominio hispano, avanzaría hacia el Sur. En las campañas realizadas durante su primer gobierno, logró introducirse en territorio mapuche y construyó 19 fuertes, algunos de ellos con carácter provisional.

Batalla entre mapuches y españoles
Alonso Ribera es el responsable de la primera organización de la propiedad colonial en Santiago y sus alrededores. En agosto de 1603 designó a Ginés de Lillo para realizar una visita general de todas las tierras, lo que implicó la medición de las propiedades particulares concedidas por los gobernadores y el Cabildo, y la fijación de los límites de estas, siempre en permanente litigio.

El Gobernador también se preocupó de la situación de los indígenas sometidos a régimen de encomienda, tratando de eliminar los abusos de que eran objeto por parte de los españoles. Por ejemplo, prohibió que los naturales cargasen en sillas de mano a las mujeres que iban a misa o de visita.

En 1603 estableció una nueva tasa reglamentando la labor indígena en las encomiendas, que restablecía el trabajo personal de los indígenas, pero con un sistema especial llamado demora: un tercio de los naturales de las minas trabajaban 8 meses, quedándole dos años y cuatro meses para dedicarse a sus actividades, antes de que les tocara retornar a las labores mineras.

La actitud desenfadada del Gobernador, acostumbrado a la rica vida cortesana de Flandes, escandalizó a una sociedad colonial retraída y austera como la chilena. Ribera introdujo algunas prácticas sociales desconocidas para la época: los grandes banquetes, las fiestas, los juegos de naipes y otros prohibidos por el Rey, los trajes suntuosos, etc. Estas costumbres, sumadas al hecho de que Ribera se había casado con una criolla sin el permiso previo del Rey requisito indispensable para los gobernadores y jueces, motivaron severas acusaciones en contra suya que le costaron el desprestigio y el fin de su primer mandato en 1605.


Ribera fue sometido, como correspondía, a un juicio de residencia; en el que se examinaban todas las quejas que quisiera hacer cualquier persona respecto de alguna autoridad. El de Ribera incluyó varias denuncias: se le acusó de tratar con rudeza a los soldados, abrir la correspondencia ajena, favorecer a los parientes de su mujer, realizar juegos de azar, perseguir a dos clérigos y ser hombre de poca devoción. Tras dejar la gobernación, se trasladó a Córdoba con su familia, donde permaneció hasta 1612, cuando nuevamente asumió la gobernación de Chile.

El segundo mandato de Alonso de Ribera se puede resumir en dos hechos fundamentales: el establecimiento del sistema de guerra defensiva, planificado por el padre Luis de Valdivia -principal impulsor de su nueva designación- y la llegada de corsarios holandeses, descubridores del Cabo de Hornos.

El sacerdote planteaba dejar estática la Frontera que separaría la zona española y la zona indígena, permitiendo sólo a los misioneros incursionar hacia el Sur. A pesar de que no estaba totalmente de acuerdo, Ribera cumplió e hizo cumplir sin críticas las órdenes reales que establecían la guerra defensiva en Chile. El fracaso del sistema, convenció al Gobernador de la inutilidad de este tipo de guerra. La autoridad y el sacerdote rompieron las relaciones cordiales que hasta entonces habían sostenido.

Dentro de las últimas tareas realizadas por Ribera estuvo la defensa de las costas chilenas del ataque de los corsarios holandeses (1613). Fue en esta misma época que una expedición holandesa descubrió, el 29 de enero de 1616, el Cabo de Hornos.

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