El rey Felipe V tuvo la iniciativa de
crear una institución docente, al cargo de los jesuitas, destinada a los
jóvenes aristócratas, con el fin de que tuvieran una amplia formación para los
empleos públicos que iban a desempeñar. Se fundó el 21 de septiembre de 1725, y
se inauguró el 18 de octubre de 1727 en el Colegio Imperial (Reales Estudios de
San Isidro).
Sus
estudios eran muy completos en todos los campos de las ciencias y las letras.
Con la expulsión de la Compañía de Jesús en España (1767) por el rey Carlos
III, a partir de 1770 los profesores fueron los nombrados por el rey (su primer
director en la nueva época fue Jorge Juan, matemático y marino que instala en
él un observatorio astronómico), la institución evolucionó hacia una enseñanza
más laica, y se introdujeron algunas materias como la Arquitectura Militar, ya
que era muy frecuente que sus alumnos proveyesen las plazas de los cuerpos de
élite del ejército, como los Guardias de Infantería Española. Asimismo
estudiaron en el Seminario los que buscaban empleos en la administración o el
poder central.
En
el año 1785 se produjo la incorporación de los cadetes de Ocaña, procedentes de
la Real Academia de Caballería, creada por impulso del General Ricardos, al cerrarse
ésta por falta de fondos y, tan solo un año más tarde, en octubre de 1786, se
incorporan también los caballeros de la Casa de Pajes, dependientes hasta
entonces del Caballerizo Mayor del Rey, que permanecerían en el Seminario hasta
mayo de 1793, lo que hizo aumentar el número de sus alumnos y reforzó el
proceso de su militarización (la formación del centro tuvo un fuerte componente
castrense).
Fue utilizado como cuartel por las tropas durante la invasión napoleónica, con José Bonaparte como rey, y luego volvió la regencia de los jesuitas, estando en funcionamiento hasta 1836, año en que la titularidad del edificio pasó al Ministerio de la Guerra por iniciativa del entonces Capitán General de Madrid, Evaristo San Miguel, y en 1841 se convierte en Hospital Militar. Se destruyó en el terrible incendio en 1889, siendo demolido, y en su solar se levantarán otras instituciones de carácter castrense como el Servicio Histórico del Ejército y sus bibliotecas o el Laboratorio de Ingenieros.
La
erección del Real Seminario de Nobles, justificada por el modelo parisino del
“Ilustre Seminario de Luis el Grande”, fundado por el abuelo de Felipe V, tan
celebrado y frecuentado de todas las naciones, surge por la voluntad del poder
de formar mejor las élites que la monarquía necesitaba. El argumento utilizado
por los ilustrados era que las fundaciones existentes, el Colegio Imperial o
las universidades, no habían logrado sacar a los hijos de las grandes familias
de la “desidia” que todavía denunciaba Campomanes en 1785:
El primer requisito exigido de los
candidatos seminaristas era: ser limpios de toda mala raza, han de ser de
nobleza notoria y heredada, y no de sólo privilegio.
La
condición previa a la admisión era una información genealógica completa que
debía constar de:
–
la fe de
bautismo del pretendiente y las seis de sus padres y abuelos paternos y
maternos, además de las tres fe de matrimonio de sus padres y abuelos, todas
legalizadas por tres escribanos,
–
una información
hecha ante la justicia ordinaria “por la que hagan constar ser hijosdalgo
notorios según las leyes de Castilla, limpios de sangre y de oficios mecánicos
por ambas líneas”, aprobada por la misma justicia ordinaria, intervenida por el
síndico procurador general y legalizada por tres escribanos ;
–
los testimonios
de los goces de nobleza de sus padres y abuelos por ambas líneas, con las
distinciones que hubiesen gozado o gozasen sus familias en los pueblos de
origen o vecindad, legalizadas por tres escribanos y autorizadas por los
capitulares, claveros o por el juez y síndico procurador general.
Sólo
quedaban dispensados de esta información de nobleza los caballeros cruzados,
los hijos de militares desde teniente coronel arriba y los que tenían un
hermano ya admitido en el seminario.
Al
cabo de unos años se rebajó la exigencia nobiliaria y se fue dando paso a las
“clases acomodadas”, lo que permitió a hijos de la burguesía, frecuentemente de
provincias y de las colonias americanas, ingresar en el Seminario, como un paso
previo para su colocación en los estamentos cortesanos y militares. En
cualquier caso, para sufragar los gastos era necesario disponer de una cierta
fortuna, pues a finales del XVIII, el coste estimado por alumno, era de unos
6.000 reales, una cifra bastante alta, que no todas las familias se podían
permitir. Este mismo hecho hizo que perdiese valor ante la clase nobiliaria
Titulada, decreciendo su interés.
El
nacimiento constituía pues el primer criterio de selección para el ingreso en
el establecimiento. No obstante, estas exigencias iban a relativizarse en la
segunda mitad del siglo, ya que el plan de gobierno de todos los seminarios de
España (incluidos los de Madrid y Vergara) que se publicó en 1790 añadía a la
palabra «nobles» la de «gentes acomodadas», siguiendo en esto el ejemplo del
Real Seminario de Vergara, creado por la Sociedad Vascongada de Amigos del País
en 1776.
Una vez acabados los estudios en el Seminario, los alumnos que habían pasado por sus aulas podían pretender ciertos empleos. El Real Decreto de Fernando VI de 1755 especificaba las tres orientaciones principales, los tres tipos de empleo, que se ofrecían a los seminaristas:
·
La
administración real para la cual el decreto otorgaba a los seminaristas una
preferencia absoluta:
·
La segunda
salida era la carrera de las armas para la cual se otorgaban también
privilegios:
·
La tercera
salida era la universidad, con la continuación de una carrera y las
convalidaciones ya citadas.
Las
normas de su funcionamiento se encuentran reflejadas en las Constituciones del Real Seminario de Nobles
de Madrid.
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