La familia Murga basa su ascenso en el
poder económico, el prestigio social y la influencia política que consigue
acumular, y para ello utiliza todas las herramientas a su alcance, excepto la
de la estrategia matrimonial. Esta saga se inicia con la llegada a Madrid de
Mateo de Murga y Michelena, que en poco tiempo logra convertirse en un poderoso
capitalista madrileño.
Nacido
en Llanteno, en el valle de Ayala (Álava), el 13 de octubre de 1804, hijo de
Mateo de Murga y Unzueta (de linaje hidalgo), y María Micaela Michelena Cano. Casó con la madrilñeña Margarita Reolid y Gómez, el 12 de noviembre de 1828 en la iglesia
de San Martín, con la que tuvo tres hijos: Joaquín, José y Eduardo y una hija:
Carmen.
Llegado
a Madrid en 1822 para ayudar en el negocio de su familia materna, los
Michelena, pertenecía a esa rica y poderosa elite residente en la capital,
formada por burgueses procedentes en su mayor parte de la periferia del país,
que en pocos años lograron posición, prestigio y fortuna en el mudo empresarial
y político. Comenzó su singladura como
empresario en 1829, cuando se independizó y fundó la Casa Murga, un
comercio de frutos coloniales y casa de banca con corresponsalías en las
principales plazas españolas y extranjeras. En 1845 invirtió en varias fábricas
(de curtidos, baldosas o vidrio y cristal) y siete años después, en 1852,
levantó en solitario en Madrid la fábrica de bujías, jabón y f´soforos Nuestra
Señora del Carmen. Entre los años 1845 y 1856 había creado, junto con otros
empresarios madrileños, varias compañías (de seguros, bancos, comercio,
imprentas, de coches de alquiler, pósitos, baños, etc.) e invertido en
ferrocarriles, minas o traída de aguas. Fue diputado por Alcalá de Henares.
Fue pionero en la utilización de la
máquina de vapor y equipó sus empresas con los últimos adelantos tecnológicos
extranjeros. Construyó casas de
nueva planta y modernizó el mundo agrícola con regadíos, pozos y molinos.
Valedor a ultranza de la educación, formó a sus hijos en enseñanzas encaminadas
al mundo de los negocios, fomentando el conocimiento de los idiomas, al tiempo
que alentaba en ellos el espionaje industrial para estar al día en las
tecnologías imperantes en el mundo.
Su pertenencia al Partido Progresista
le deparó puestos políticos que fueron esenciales para su ascenso al poder; así, en 1838 fue nombrado comisionado del Crédito
Público y dos años más tarde ingresó en la Real Orden de Carlos III (Exp. 2400).
Desde 1840 a 1854 participó como diputado por Toledo en las Cortes del reino,
donde propuso medidas para aumentar la recaudación del Estado desde unos
postulados modernos. En 1841 fue
nombrado intendente honorario de provincia en el Ministerio de Hacienda.
Estos cargos le afianzaron como comerciante y como banquero, le proporcionaron
contratos de abastecimiento al Ejército y a los hospitales madrileños, así como
las recaudaciones de la contribución de varias provincias españolas, y le
beneficiaron también en la compra de bienes desamortizados (propiedades que en
1855 le convirtieron en uno de los mayores contribuyentes del Estado).
A
su muerte, en Eaux Bonnes (Francia), el 21 de julio1857, dejó mandas piadosas,
sobre todo a la beneficencia madrileña, del 5% de su fortuna, estimada en unos
42 millones de reales. Su hijo José (1833-1902) logrará alcanzar el punto más
alto en la pirámide social con la pertenencia
al senado y la nobleza, con la concesión del marquesado de Linares (en cuya ciudad ejerció un filantrópico
interés) y el vizcondado de Llanteno
por Amadeo de Saboya, en 1873.
José de Murga y Reolid y Raimunda de Osorio y Ortega, I Marqueses de Linares |
Marquesado de Linares y vizcondado de
Llanteno
El
11 de febrero de 1873, Amadeo I decide obsequiar a José por su fidelidad a la
nueva Familia Real y le convierte en I marqués de Linares y en I vizconde de Llanteno,
por decreto del 21 de octubre de 1872 y por carta del 11 de febrero de 1873,
día en que se declara la Primera República Española. Es en este año cuando se
adquieren los terrenos donde se construiría la futura residencia de los
marqueses, el conocido Palacio de
Linares. Durante este periodo, el marqués de Linares, al igual que otros
conocidos aristócratas como José de Salamanca y Mayol o Amalia de Llano y
Dotres, contribuye con una gran suma de dinero a la Restauración de Alfonso XII, hecho que se da finalmente en 1874.
Palacio de Linares en la Plaza de Cibeles |
El palacio de Linares se terminó de
construir a finales del siglo XIX, una obra palaciega en una esquina de la
plaza de Cibeles. El arquitecto que lo hizo posible fue Carlos Colubí,
funcionario municipal, y el encargo provenía de Don José de Murga.
No hay comentarios :
Publicar un comentario