Fue, junto con Félix María de Samaniego,
uno de los fabulistas más importantes del siglo XVIII. Sobrino del académico
Juan de Iriarte, a los catorce años se trasladó a Madrid, lo que le permitió
adquirir una sólida educación. Traductor de la Secretaría de Estado y ocupó el
cargo de archivero del Consejo de Guerra.
Tomás
de Iriarte y Nieves Ravelo nació el 18 de septiembre de 1750 en el Puerto de la
Orotava (actual Puerto de la Cruz) en la isla de Tenerife. Era hijo del
matrimonio, celebrado el 28/XII/1732, entre Bernardo de Iriarte y Cisneros (nacido en
1705, teniente de las Milicias Provinciales) y de Bárbara de las Nieves Ravelo,
una familia de origen hidalgo cuya casa
solar se ubicaba en Oñate (Guipúzcoa) y muy culta, varios de cuyos miembros
se distinguieron como escritores,
humanistas y funcionarios. Su abuelo paterno Juan de Iriarte y Echevarría, casado con Teresa de Cisneros y Escañuela de Orotava, y sus bisabuelos Pedro de Iriarte y López de Aguirre, casado con María Echevarría. Tomás tuvo cuatro hermanos: Bernardo (1735-1814), Juan Tomás (1735-1799),
José (1739-1809), Domingo (1747-1795), y cinco hermanas: Bárbara, María Antonia, Carolina, Teresa y Antonia. Murió de
gota el 17 de septiembre de 1791 en Madrid.
A
la temprana edad de catorce años se trasladó a Madrid (donde aprendió latín, griego y francés) junto a su tío Juan de Iriarte (1702-1771) al que sucedió, tras la
muerte de éste, en su puesto de oficial traductor de la primera Secretaría de
Estado en 1771. Cuidó de las tres ediciones de la Gramática de su tío, que
reconoció muy atentamente y de la recopilación y publicación de los dos tomos
de obras sueltas de éste. En junio de
1776 el rey Carlos III lo nombró Archivero General del Consejo Supremo de Guerra.
Su carrera literaria se inició como traductor de teatro francés. Tradujo, además, el Arte poética, de Horacio, aunque fue muy discutida su versión.
Tomás
de Iriarte fue el primer dramaturgo
que consiguió dar con una fórmula que uniese las exigencias de los tratadistas
del Neoclasicismo literario con los gustos del público. El éxito le llegó con
la presentación de su obra El señorito
mimado.
Era
asiduo a las tertulias, saraos y reuniones tanto políticas como culturales,
fue, pues, el prototipo del cortesano dieciochesco.
Su reconocimiento literario es obra principalmente
de sus Fábulas literarias.
Su mayor popularidad se debió a las Fábulas literarias (1782), consideradas de mayor calidad poética que las de Félix María Samaniego (1781), en las que ensayó la utilización de diversas estrofas y versos, algo poco corriente en el género de la fábula, donde reunió una serie de poemas satíricos y moralizantes que encierran muchas veces una burla feroz de sus coetáneos.
De
su actividad teatral cabe destacar
el monólogo Guzmán el Bueno (1787), basado en el episodio medieval del cerco de
Tarifa. Compuso el drama en prosa La Librería (1790) y tres comedias morales en
verso, El don de gentes (1780), El señorito mimado (1787) y La señorita
malcriada (1788), que tratan sobre la dificultad de educar a los hijos. Estas
piezas son antecesoras de las comedias de Moratín y de la alta comedia del
siglo XIX.
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