martes, 5 de mayo de 2020

Cien continos “hombres de armas”. Hijosdalgos de las Guardas de Castilla



Las capitanías o compañías de “continos” fueron creadas durante el reinado de los Reyes Católicos. Con Carlos I una de ellas se denominó la de los “cien continos hijosdaldos de las guardas de Castilla” o “los gentiles ombres (sic) continos de la casa real de Castilla”, y ordenó que residiera contínuamente en la corte para su guarda.

Algunos historiadores interpretan que se trataba de una guardia real, pero aparece normalmente contabilizada en las listas de las Guardias de Castilla y no en la Casa Real, como sí aparecía la guardia española de a pie y de a caballo. La compañía realizaría servicios, como en 1580 durante la conquista de Portugal, alejados de la persona del rey.

Los Cien Continos de Carlos V, por Clauzel
Aun así, el término "continos de las guardas reales" aparece ya en 1492, y de nuevo se repite en documentos relativos a Álvaro de Luna y Ayala, donde aparece con el título de "capitán de los continos hombres de armas que residen en nuestra corte".

Eran conocidos como los "cien continos hijosdalgos de las guardas de Castilla", lo que denotaba hidalguía de sus miembros, que estaban integrados en las Guardias de Castilla, y que su número era de cien soldados, a diferencia de otras compañías de las Guardias, que fueron de efectivos teóricos variables, 40, 80 o 100

LOS CONTINOS DE LA CASA DE CASTILLA

Tras la implantación de la etiqueta borgoñona, esta unidad fue uno de los pocos vestigios que se conservaron de la anterior organización cortesana de la casa de Castilla. El modelo medieval castellano había establecido una guardia de escuderos a pie y a caballo. Posteriormente aparecen los continos, que tienen su origen en otra unidad de caballería creada por Álvaro de Luna, valido de Juan ll, condestable de Castilla y maestre de Santiago, como cuerpo de guardia estable del rey y su familia. Pero como los continos estaban más vinculados a  su fundador que al propio rey, las Cortes de Tordesillas de 1421 intentaron su disolución.

Con Juan II la unidad llegó a  estar formada por unos 1.000 jinetes, y con su hijo Enrique IV aumentó hasta los 3.600 hombres. Según la crónica de este monarca, llegó a Córdoba acompañado de «tres mil de a caballo hombres darmas e ginetes» en los que el rey gastaba «una gran cantidad de dineros».

En 1490 son denominados «los continos del rey y de la reina», desempeñando sus miembros un importante papel como ejecutores de las órdenes de los reyes. Esta compañía participó en la Guerra de las Comunidades.

Posteriormente, Carlos I ordenó que una compañía residiera continuamente en la corte, para su guardia, a la que se denominó «de los cien continos hombres de armas», que habían de ser caballeros y/o hidalgos. Igualmente tuvo un papel destacado en la conquista de Portugal. Los continos, desde su creación, estuvieron vinculados a la casa de Luna, de tal forma que los descendientes de don Alvaro mantuvieron el título remunerado de capitanes de la  compañía. La compañía se extinguirá en 16I8.


Las Guardas de Castilla estaban compuestas por 25 capitanías (o compañías) de 100 hombres cada una, tres cuartas partes de ellas siendo hombres de armas armados con lanzas de ristre y el resto jinetes, caballería ligera española al estilo morisco, armados con lanzas de mano. No obstante, el número de capitanías, soldados y especialidades fue variable durante el tiempo según necesidad y oportunidad. Así pues, en 1499 había 19 capitanías y 36 en 1506.


En 1494, 600 de estas lanzas partirían a cargo del Gran Capitán para combatir en la guerra italiana de 1494-1498. Participarían también en la lucha contra los moriscos en la serranía de Ronda (1499-1502). En 1500, tres compañías de hombres de armas y tres de jinetes se embarcarían en Málaga con el Gran Capitán para combatir en la Guerra de Nápoles (1501-1504).

Para saber más:

En la consolidación de la monarquía nacional en los reinos españoles, los Reyes Católicos crearon una serie de instituciones necesarias para el desarrollo de la nueva organización de la Corona. Entre esas novedades figura la de un ejército sin las debilidades de las huestes feudales, cuya consecución entrañó una serie de iniciativas que cristalizan en la consolidación de las Guardas de Castilla.

Las Guardas De Castilla. Primer Ejército Permanente Español, Editorial Sílex, 2013, de Enrique Martínez Ruiz

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