martes, 12 de mayo de 2020

¿Castellano o español?


Existe cierta polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas. 

Por el contrario, en los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. El español también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla.

Del mapa lingüístico medieval ibérico surgieron variedades lingüísticas que algunas se convirtieron en lenguas y otras, con el paso del tiempo, se transformaron en dialectos de alguna de ellas.

¿La forma correcta de llamar a nuestro idioma es español o castellano?

Esto es lo que dice al respecto el Diccionario panhispánico de dudas:


español. Para designar la lengua común de España y de muchas naciones de América, y que también se habla como propia en otras partes del mundo, son válidos los términos castellano y español. La polémica sobre cuál de estas denominaciones resulta más apropiada está hoy superada. El término español resulta más recomendable por carecer de ambigüedad, ya que se refiere de modo unívoco a la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos millones de personas. Asimismo, es la denominación que se utiliza internacionalmente (Spanish, espagnol, Spanisch, spagnolo, etc.). Aun siendo también sinónimo de español, resulta preferible reservar el término castellano para referirse al dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, o al dialecto del español que se habla actualmente en esta región. En España, se usa asimismo el nombre castellano cuando se alude a la lengua común del Estado en relación con las otras lenguas cooficiales en sus respectivos territorios autónomos, como el catalán, el gallego o el vasco.

 

Dibujo de la época de la sede de la Real Academia Española de la Lengua

Volviendo a sus orígenes, la primera noticia que se tiene de la existencia de un dialecto castellano corresponde al siglo X. Era al principio solo el dialecto que se hablaba en unos valles al nordeste de Burgos, lindantes con la región cantábrica y vasca.

¿Cómo creció desde su humilde cuna hasta llegar a ser una de las grandes lenguas del mundo? La situación de aquella primera Castilla, tierra de fortalezas, de infanzones e hidalgos, línea defensiva de los reyes de León, expuesta constantemente al peligro enemigo musulmán, constituida por gentes que no se sentían ligadas a una tradición romano-visigoda, dio a los castellanos un espíritu revolucionario, que se reflejó en su política, costumbres y lenguaje.

El dialecto castellano presentaba una personalidad muy marcada frente a los otros dialectos peninsulares. Se formaba en una zona más débilmente romanizada que los otros, y por eso estaba más vivo en el recuerdo de viejas lenguas.

Mientras en el romance de otras regiones pesaba una fuerte romanización, en el castellano, que nacía en una tierra agreste y malamente comunicada, no se sentía ligada a ninguna regla ni tradición que perjudicara su evolución. Esta es la explicación de sus innovadoras características frente a otros dialectos.

A medida que Castilla aumentaba su poder político y la Reconquista avanzaba, el castellano se enriqueció con numerosos vocablos. Esto debió ocurrir sobre todo con el mozárabe, vía de penetración del ingrediente de originalidad del castellano frente a los idiomas rómanicos de fuera: el arabismo.

La presencia en la Península de los musulmanes durante más de ocho siglos había de dejar necesariamente la huella de su lengua. El mayor peso de la influencia árabe debió darse en los primeros siglos de dominación cuando su cultura era increíblemente superior a la pobrísima de los reinos cristianos. Todavía hoy, numerosas palabras del árabe dan a nuestra lengua un matiz exótico y se ha calculado en un 8% el total de arabismos en nuestra lengua.

Esto era consecuencia del desarrollo de Castilla como potencia política. Pero la consecuencia más importante fue la creación de una "forma literaria" del castellano, transformando este dialecto en una verdadera lengua. A esta época pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones que no se entendían ya.




Glosa Emilianense escrita en el Monasterio de San Millán de la Cogolla.

Glosa en vascuence (los pueblos riojanos todavía hablaban en vascuence)

En el siglo XIII puede fecharse un gran cambio. Hasta entonces sólo existían los cantares de gesta -el Cantar del Mio Cid- difundida en una lengua que buscaba una unidad, ya que estos cantares se difundían por todas las regiones. Este lenguaje de los cantares de gesta fue el primer paso hacia el establecimiento del castellano.

Pero el momento decisivo de la unificación y fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en su corte eran de carácter culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se difundieron en castellano.


El hecho de utilizar el castellano como lengua culta (el castellano del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X.), llevaba consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un instrumento útil de expresividad como lo demuestran los dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499). Por ésta misma época (toma de Granada por los Reyes Católicos y descubrimiento de América), Antonio de Nebrija había escrito ya la primera gramática del castellano (1492) que establece una normativa a seguir.


En el siglo XVI y siguiente se produce una de las cumbres literarias del español. Son los años de los grandes clásicos: Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo. Aparecen obras como: El Lazarillo de Tormes, La Celestina, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, etc.

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