La Guerra de la Independencia marcó el
destino de Herrasti, le convirtió en un personaje para la historia (hoy, algo olvidado) y le ofreció
la oportunidad de demostrar su pundonor de militar hasta el límite de sus
fuerzas y de su deber.
Retrato de Pérez de Herrasti en el Ayuntamiento de C.R. |
Andrés
Víctor José Miguel Pérez de Herrasti Viedma Aróstegui y Pérez del Pulgar
Fernández de Córdoba, nació en
Granada el 6 de marzo de 1750 y era hijo de don Juan Francisco (poseedor del mayorazgo de Padul/Granada) y de doña Ángela María, casados en 1747, descendiente de dos de
las más ilustres y principales familias de la aristocracia andaluza. Por vía paterna, entre sus más remotos
antepasados se encontraba Domingo Pérez de Herrasti –perteneciente a la
antiquísima casa de Herrasti en Azcoitia (Guipúzcoa)– que fue uno de los
caballeros que acompañaron a los Reyes Católicos en la conquista de Granada,
obteniendo como premio un señorío en esas tierras: el del pueblo y campos de
Baralaira, que recibirían el nuevo nombre de Señorío de Domingo Pérez y que se
convertirían en su nuevo hogar. Por vía materna, descendía también de otro
capitán de los Reyes Católicos, el afamado Hernán Pérez del Pulgar, conocido
como “el de las Grandes Hazañas”.
Armas grandes de Pérez de Herrasti |
Andrés
ingresó en el ejército en el año de 1762, a la temprana edad de doce años, como
cadete del Regimiento Provincial de Granada. Dos años después entró como cadete
en el Regimiento de Reales Guardias Españolas, unidad en el seno de la cual
pasaría por todos los empleos y grados que consignamos a continuación: Alférez
(1776), Alférez de Granaderos (1777), 2º Teniente de Fusileros (1779), 2º
Teniente de Granaderos (1783), 1er Teniente de Fusileros (1785), 1er
Teniente de Granaderos (1791), Coronel (1791), Capitán (1793), Brigadier (1795)
y Mariscal de Campo (1809). En su hoja de servicios aparece un escueto informe
sobre su persona: «Valor, acreditado; aplicación, bastante; capacidad,
bastante; conducta, buena; estado, casado. Este oficial está en estado de
continuar, es casado, bizarro y a propósito para el mando». Siempre en tan alta
estima, Herrasti sirvió en el ejército español durante 52 años, hasta su
muerte, que le sobrevino en 1818, ostentando el grado de Teniente General y el
empleo de Gobernador Civil y Militar de Barcelona, honores concedidos en el año
1814, tras su vuelta del cautiverio en Francia.
Herrasti
participó, además, en las principales campañas y en algunas de las más
memorables acciones llevadas a cabo durante los años anteriores a la Guerra de
la Independencia. En el año 1775 participó en la expedición que Carlos III
envió a Argel en contra de las tropas del emperador de Marruecos y de los
piratas que operaban desde ese puerto, operación que terminó en un desastre
para los españoles, con más de 1.500 muertos y unos 3.000 heridos, entre ellos él
mismo, en el bloqueo y sitio de Gibraltar desde el primero de septiembre de
1779 hasta que se concluyó sin éxito; en el sitio de Orán desde el 28 de mayo
de 1791 hasta su evacuación y abandono; en la guerra contra Francia, entrando
en el Rosellón con las primeras tropas en abril de 1793 y cayendo prisionero en
mayo del año siguiente, durante la precipitada retirada española ante el ataque
del general Dugommier; en la Guerra de las Naranjas contra Portugal, tomando
parte muy primordial en la ocupación del lugar de Jarde, en la toma de la plaza
de Villaviciosa y en otras muchas acciones.
Pero
fue la Guerra de la Independencia la que marcó el triste destino de Herrasti,
le convirtió en un personaje para la historia y le ofreció la oportunidad de
demostrar su pundonor de militar hasta el límite de sus fuerzas y de su deber.
El 17 de marzo de 1808, el por entonces brigadier Pérez de Herrasti, en ese
momento destinado al frente del 1er Batallón del Regimiento de
Reales Guardias Españolas –que se encontraba acantonado en Vicálvaro– recibió
la orden del coronel del Regimiento, el duque del Infantado –un fiel fernandino
y, por lo tanto, enemigo acérrimo de Godoy–
de asaltar el palacio del valido en
Aranjuez y proceder a su captura. Este episodio provocó la abdicación del
rey Carlos IV y el acceso al trono de Fernando, con Napoleón interviniendo como
árbitro del litigio entre el monarca y el heredero, que, atrayendo a padre e
hijo a territorio francés –con la excusa de celebrar una reunión para solventar
el problema de la legalidad de la abdicación– secuestró a la familia real
española y desplegó sus tropas por España con el objetivo de lograr un cambio
de dinastía –de los Borbones a los Bonaparte–, algo que hacía tiempo que
ansiaba el Emperador. Herrasti, sin saberlo, se había convertido, con su
intervención en Aranjuez, en uno de los personajes que pusieron en marcha el
mecanismo de la guerra que asolaría España durante casi seis años. Poco tiempo
después habría de pagar, con la humillación y el cautiverio, su participación
en esa lamentable lucha por el poder que terminaría convirtiendo a España en un
campo de batalla sobre el que Francia y Gran Bretaña dirimirían quién iba a ser
la primera potencia mundial del siglo XIX. Mientras tanto, el pueblo español
luchaba por un rey, Fernando VII, que, a su vuelta en 1814, terminó demostrando
que más habría valido aceptar de buen grado el cambio dinástico impuesto por
Napoleón.
El día 2 de mayo de 1808, el brigadier
Pérez de Herrasti puso a su batallón y demás tropas de la comarca, así como a
varios pueblos, sobre las armas para socorrer Madrid, sublevado contra los imperiales. El auxilio no se
hizo efectivo, ya que desde instancias superiores se recibió la orden de no
intervenir en los sucesos de la capital. Desesperado por luchar contra el
invasor, Herrasti marchó, con su batallón de Reales Guardias Españolas y el
Ejército del Centro al mando del general Castaños, a La Rioja, hallándose en
todas las diferentes posiciones que allí se tomaron: socorro de Lodosa,
expedición de Autol y apostadero de Ausajo, hasta la batalla de Tudela, librada
el 23 de noviembre de 1808, debacle española tras la cual el Ejército del
Centro inició una penosa retirada hacia el sur, en busca de nuevas órdenes por
parte de la Junta Central –en ese momento también en plena huída y por lo tanto
difícil de localizar–. Durante esa retirada, Herrasti tendría ocasión de
destacarse en la acción de Tarancón (Cuenca) del 25 de diciembre, en la que
rechazó, por dos veces, con trescientos hombres de su batallón, a una fuerza de
caballería compuesta por ochocientos Dragones de la Brigada del general
Perreimond. El valor y la tenacidad demostrados en este combate le valieron el ascenso a mariscal de campo y el empleo
como Comandante General del Cantón de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real). Tras
unos pocos meses, ya iniciado el año de 1809, fue llamado a Sevilla –la nueva
sede de la Junta Central Gubernativa del Reino– que le destinó, el 15 de marzo
de 1809, al Ejército de la Izquierda, que en ese momento se encontraba al mando
del teniente general Marqués de la Romana.
El
lugar donde debía incorporarse a su nuevo empleo era Gijón, ciudad a la que, al
estar el centro y el norte peninsular ocupados por los franceses, solamente
podía llegar por mar. El día 19 salió del puerto de Cádiz acompañado por su
nuevo edecán, el por entonces teniente Joaquín de Zayas. La travesía
transcurrió tranquila hasta que, habiendo ya llegado a aguas del Cabo de Peña
el día 20 de mayo, y a menos de una jornada del puerto de Gijón, se cruzaron
con un bergantín cuyo capitán les advirtió de que la ciudad asturiana había
caído en poder de los franceses. El día 17 de junio de 1809, un desesperado y
agotado Herrasti estaba de vuelta en Cádiz, tras treinta días de penosa navegación
bajo terribles borrascas, y sin haber podido incorporarse a su destino. Ansioso
por entrar en combate, Herrasti solicitó un nuevo destino en el Ejército de
Aragón, comandado por el general Blake y, si esto no era posible, al de
Extremadura, con el general Gregorio García de la Cuesta al frente. Ninguno de
los dos destinos le fue otorgado. Fue enviado de nuevo al Ejército de la
Izquierda, ahora al mando del Duque del Parque, con el que combatió en la
batalla de Tamames (Salamanca), librada el 18 de octubre de 1809, y que se
saldó con una victoria de los españoles. Apenas un par de días después,
Herrasti recibió el empleo que le enfrentaría a dos de los más afamados
mariscales del Imperio, Masséna y Ney, y que le consagraría como héroe olvidado
de la Guerra de la Independencia: gobernador
militar de la cercana plaza de Ciudad Rodrigo, convertida en uno de los
focos de resistencia más importantes al constituirse como sede de la Junta
Superior de Castilla la Vieja, de la cual Herrasti sería presidente.
Asalto a Ciudad Rodrigo por las tropàs imperiales |
El 10 de julio de 1810, tras un asedio de
dos meses y medio, Herrasti supo rendir la plaza de la que era gobernador en el
momento preciso, sin faltar en absoluto a su deber como soldado, para así
evitar una matanza por parte de los imperiales como represalia. Dos días
después de la capitulación, Herrasti marchaba a un penoso cautiverio en Francia
junto a toda su guarnición (unos 4.000 soldados).
Medalla de los defensores de C.R. |
Ciudad Rodrigo,
fortaleza enclavada entre los dos reinos ibéricos, sufrió dos asedios durante
la Guerra de la Independencia. El primero tuvo lugar entre los meses de abril yjulio de 1810, y fue llevado a cabo por las tropas del VI Cuerpo al mando del
mariscal Michel Ney. La tenaz resistencia de la guarnición española no fue en
vano; los franceses perdieron un tiempo precioso en las labores de asedio, lo
que permitió a Lord Wellington y a su ejército –compuesto de británicos y
portugueses culminar su estrategia de defensa de Portugal y rechazar una
invasión que, si se hubiera llevado a cabo con éxito, habría convertido a la
península Ibérica en un nuevo trofeo para Napoleón. Al final, la plaza tuvo que
capitular..
El asalto y recuperaciónde Ciudad Rodrigo le valió a Wellington el título de Duque de Ciudad Rodrigo,
concedido por las Cortes españolas en decreto del 30 de enero de 1812.
Como los demás deportados españoles, Herrasti recuperó su libertad en 1814, tras la abdicación de Napoleón. Un decreto del Gobierno Provisional de Luis XVIII dispuso que «para poner fin al flagelo de la guerra y reparar en lo posible sus terribles resultados, todos los prisioneros de guerra serán puestos a disposición de sus potencias respectivas». Tras su puesta en libertad, Herrasti tuvo que enfrentarse en Madrid al Consejo de Guerra de Purificación, que no encontró en él el más mínimo atisbo de traición a los Borbones y que determinó su limpieza y le recomendó para ser empleado por el rey «en el destino y clase que tenga S.M. a bien». El rey le ascendería a teniente general el 28 de julio del año 1814 con la antigüedad del día de la rendición de la plaza de Ciudad Rodrigo; es decir, el 10 de julio de 1810. Ese mismo año le llegaría la concesión de la condecoración de la Orden de Lis por parte del restaurado rey francés Luis XVIII «para acreditar su adhesión a la causa de los Borbones» y en 1816 el nombramiento de caballero de la Gran Cruz de San Hermenegildo.
En
el mismo año de su ascenso a teniente general, Fernando VII, le envió a Barcelona como gobernador militar y
político, ciudad a la que se trasladó con la que era su esposa desde diciembre
del año 1792 –la también noble María Antonia de Luca y Tinermans (viuda de don
Francisco Puig Traveset)– y allí moriría el día 24 de enero de 1818, tras una
vida dedicada a la milicia y tras emplear sus últimos años en emprender mejoras
urbanísticas en la ciudad de Barcelona, tales como la construcción del primer
cementerio extramuros.
* Información extractada de: El General Pérez de
Herrasti - Héroe de Ciudad Rodrigo
Autor: Julio de Ramón Laca; 1967
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