martes, 13 de octubre de 2020

Pedro Romero de Terreros. El más rico del mundo a mediados del siglo XVIII

 

Ostentó el título de I conde de Regla y llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo en el siglo XVIII. Fundó el Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas. Además de por amasar la mayor fortuna de su tiempo, fue conocido por su extremada caridad, algo que caracterizó a buena parte de su familia.

Pedro Romero de Terreros nació el 10 de junio de 1710 en Cortegana (Huelva), en el seno de una familia de hidalgos rurales. Era el quinto hijo de José Felipe Romero Vázquez y Ana Vázquez de Terreros Ochoa y Castilla, quienes decidieron que cursara estudios eclesiásticos. Así, desarrolló sus capacidades intelectuales hasta que a los 18 años se marchó a Nueva España, a Santiago de Querétaro, donde se encontraban su tío, el empresario mercantil Juan Vázquez de Terreros, también de Cortegana, y su hermano Francisco -ahijado de Juan-, instalado allí desde 1708 aproximadamente. Su apellido era originario de Vizcaya, y apareció dos siglos antes en Huelva.

Su tío fue el que le pidió a su madre que le dejara viajar hasta el México colonial de la época para ayudarle con sus negocios, como había hecho anteriormente con Francisco y con Alonso Giraldo de Terreros, el hijo de su otra hermana, Isabel. Sin embargo este último no se interesó por los negocios, sino que siguió los derroteros que le marcó su vocación misional franciscana.

Alonso y Pedro fueron los Terreros más relevantes de los que se establecieron en América, aunque tomaron caminos opuestos. En 1728 Pedro ya trabajaba y administraba la finca de su tío, donde amasó su fortuna; mientras que Alonso llegó a ser uno de los misioneros más importantes de la frontera norte de la Corona española en América, un siglo antes de que los invasores angloamericanos descubrieran esta zona como el Lejano Oeste.

En 1729 Juan Vázquez de Terreros, que fue un hombre piadoso y preocupado por la villa de Cortegana, mandó efectuar un envío de plata labrada para reparar la iglesia del Castillo y la del Salvador. Ese envío de 140 kilos de plata, uno de los más importantes de la época de los que se tiene constancia documental, debía efectuarlo Francisco, el hermano de Pedro Romero de Terreros, pero murió en Veracruz cuando embarcaba hacia España, y tuvo que hacerlo el propio Pedro.

Para llegar a conseguir la que se cree la mayor fortuna de la época, este español fue comerciante, financiero, latifundista y minero en las minas de plata de Pachuca y Real Del Monte. Cuando murió su tío en 1735 asumió varios cargos municipales, que le correspondían a éste, de tal forma que en 1742 era alcalde, alférez real y alguacil mayor de la ciudad de Querétaro, así como caballero de la Orden de Calatrava. Fueron estos cargos los que le permitieron conocer que en el poblado de Real del Monte existían grandes vetas de plata, oro y otros minerales. Las grandes vetas del Real del Monte hicieron a Pedro Romero de Terreros el hombre más rico de América, tal vez del mundo a mediados del siglo XVIII.

En 1743 se asoció con José Alejandro Bustamante y Bustillo, quien había conseguido el permiso del conde de Revillagigedo, virrey de la Nueva España, para explotar una veta llamada La Vizcaína. Pedro aportó el capital, de modo que cuando murió Bustamante en 1750 pudo tomar posesión permanente como propietario de esta veta, que fue la única que se explotó durante los últimos 60 años del siglo XVIII y en la que se registraron 900 familias de trabajadores asignados a este yacimiento.

En 1756 se casó en la Ciudad de México con María Antonia de Trebuesto y Dávalos Bracamonte, de 22 años de edad, hija de los Condes de Miravalle, descendientes del emperador Moctezuma II, y de una de las familias más distinguidas de la Nueva España. Con ella tuvo tres hijos: Pedro, Francisco José y José María.

Gracias a sus ideas y propuestas para promover grandes acciones de índole religiosa, cultural y de beneficencia, y su caridad con los pobres y la Iglesia Católica (especialmente instituciones y colegios franciscanos, así como con las ya mencionadas iglesias de Cortegana, a las que mandó un segundo cargamento de plata), el rey Carlos III le concedió, el 7 de diciembre de 1768, el título nobiliaro de conde de (Santa María) Regla. Él mismo escogió ese título por la devoción que profesaba a esta advocación mariana, especialmente venerada en el convento agustino de Chipiona y cuya devoción se extendió por diversos lugares de la América española.

Casa de Pedro Romero de Terreros en México
 Conforme pasaba el tiempo, Pedro se hacía cada vez más poderoso y a la vez surgían conflictos entre los mineros que trabajaban en sus minas, ya que estaban inconformes porque decidió quitarles el tequio, que era parte del mineral que extraían y que de acuerdo con la tradición se les permitía conservar, así que como forma de protesta en el año de 1766, estalló una huelga que fue considerada como la más importante del México colonial.

La huelga le causó grandes problemas, ya que perdió la reputación que había forjado durante años. El marqués de Croix dispuso que se castigara a los rebeldes, ya que la huelga causaría pérdidas por la suspensión de producción de minerales. Viendo esto, prefirió dejar las minas sin producir antes de ceder, retirándose a su Hacienda de San Miguel Regla

A la Corona le prestó dinero sin interés y con ella contribuyó a operaciones militares de apoyo a las tropas españolas que colaboraban en la independencia de Estados Unidos. Además regaló a la Armada un buque de guerra con 112 cañones -bautizado como Conde de Regla- que entregó en 1786 en La Habana su hijo José María, marqués de San Cristóbal (13 de marzo de 1777), caballero de Santiago, y que participó en la batalla del cabo San Vicente (1797), siendo el buque insignia de la escuadra hispano-francesa, para posteriormente ser dado de baja en Cádiz en 1811.


Pero su obra solidaria y benéfica no terminó ahí. Contribuyó también con el Hospicio de Pobres y en 1775 fundó el Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas, antecedente del actual Nacional Monte de Piedad de México, que contribuyó a la solución de problemas económicos de muchos habitantes de la Nueva España.

Murió en 1781 en su hacienda de San Miguel de Regla, en la localidad de Huasca. Tal y como dispuso en su testamento, sus restos fueron trasladados a Pachuca, donde fue enterrado en el altar mayor de la iglesia del convento de San Francisco, del cual había sido benefactor.


 

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