viernes, 22 de abril de 2016

Diego Hurtado de Mendoza. I Duque del Infantado y II Marqués de Santillana


La familia Mendoza tuvo unos inicios realmente humildes pues al comienzo eran unos hidalgos vascos, dispuestos a ascender aprovechando las luchas, los casamientos y el favor real, dueños de una torre en una pequeña aldea de Álava: Mendoza, situada cerca de Vitoria.  Uno de sus miembros destacados fue Don Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado y segundo Marqués de Santillana.

El pacto entre los Mendoza, los Haro y los Hurtado, a través de diversos matrimonios, elevaron el estatus de esta familia. Emigrados y asentados en Guadalajara en el Siglo XIV, los Mendoza fueron aumentando sus posesiones siendo señores de Hita, Buitrago (mayorazgos en 1380), Guadalajara , el Real de Manzanares (1383), y luego de Colmenar, Liébana, Tendilla (1395), Señores (por matrimonio) de los Estados de las Asturias en Santillana (Santander, 1445) y otros lugares de Castilla e incluso del Reino de Aragón. Alrededor de Mendoza (Alava) sus dominios constituían las "Tierras del Duque" (por el Duque del Infantado).

I Duque del Infantado (Museo del Prado)
Son miembros destacados de este linaje Pedro González de Mendoza (1340-1485), Diego Hurtado de Mendoza (1365-1404), Íñigo López de Mendoza (1398-1458), Marqués de Santillana y Conde del Real de Manzanares, Pedro González de Mendoza (1428-1494), llamado el cardenal Mendoza, y Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa (1415-1479), el primer Duque del Infantado. 

Don Diego Hurtado de Mendoza, nacido en Guadalajara hacia1415, era el primer hijo y heredero de Don Iñigo López de Mendoza (primer Marqués de Santillana) y de Doña Catalina Suárez de Figueroa, y fue llamado como su abuelo. Fue, pues, el segundo marqués de Santillana y Conde del Real de Manzanares, donde falleció en su castillo en el año 1479.

El Rey Enrique IV no se llevaba bien con Diego y aunque primero le expulsara de Guadalajara en 1459, le concedió en 1460 el título de Conde de Saldaña para los primogénitos de su Casa (en pago al apoyo de los Mendoza) volviendo Diego a Guadalajara en 1462. Diego también luchó en la frontera de Granada.

Como todos los Mendoza fue primeramente partidario y guardián de la princesa Juana "la Beltraneja", pero tras el nombramiento de su hermano Pedro como Cardenal éste se decantó en 1473 hacia el bando de Isabel y Fernando, y tras unas entrevistas secretas con Fernando e Isabel, Diego pasaría con toda su familia, en mayo de 1474, a apoyar a los futuros Reyes Católicos. En estos "tejemanejes políticos" Diego siguió la línea marcada por su hermano el Cardenal Pedro de Mendoza.

Palacio del Infantado, antes de su restauración tras la Guerra Civil
En la guerra civil por la sucesión al trono al morir Enrique IV, su actuación, fue agradecida por la Reina Isabel. Por ello unió en 1475 al título (y las riquezas) de Marqués de Santillana el de Duque del Infantado, que posteriormente formaría parte de la llamada "Grandeza de España de Primera Clase". El título completo es "Duque de las Cinco Villas del Estado del Infantado", destacando entre esas villas las de Alcocer, Salmerón y Valdeolivas. La divisa de los Duques era "Dar es señorío, recibir es servidumbre", indicando que por sus riquezas no necesitaban servir a un señor más alto que ellos para recibir a cambio recompensa alguna. Los Mendoza capitaneados por el duque y el gran Cardenal ayudarían en 1476 a ganar la decisiva batalla de Toro (Zamora).

Castillo de Manzanares el Real (Madrid)
 El duque tuvo posesiones tanto en Castilla como en Aragón, pero su relevancia política no es comparable a la de su hermano Pedro (el Gran Cardenal) y su padre. Mejoró el castillo de Manzanares y las posesiones en Guadalajara capital, y fue devoto del Monasterio de Sopetrán. Él y sus descendientes eran, en la práctica, los dueños de la ciudad de Guadalajara, aunque no sus Señores, pues la ciudad era de Realengo. Casó en 1436 con Brianda de Luna, prima del antiguo enemigo de su padre el Condestable D. Alvaro de Luna, con lo que comenzaran a unirse las casas de Mendoza y Luna, pudiéndose contemplar escudos con ambas armas en el patio del Palacio del Infantado en Guadalajara.

Escudos de los Mendoza-Luna
El escudo de los Mendoza

Las primitivas armas de este linaje son "una banda de gules perfilada de oro en campo de sinople". A partir de este origen ha habido muchas modificaciones, pero siempre tiene "la banda roja sobre el campo verde",

La más famosa modificación fue la que ideara el marqués de Santillana y que se representa en un sello hacia 1440, escudo cuartelado en sotuer: 1º y 4º en campo de sinople una banda de gules perfilada de oro, 2º y 3º en campo de oro la salutación angélica AVE MARIA GRATIA PLENA en letras de sable. El marqués conoció el cuartelado en sotuer durante su estancia de juventud en el reino de Aragón y combinó las armas paternas de los Mendoza con las maternas del "Ave María" de los "de la Vega".


La confusión de los apellidos

El caos que existió en España durante la Edad Media, en el uso de los apellidos hace muy difícil identificar los protagonistas de la historia y establecer las genealogías con resultados satisfactorios. Esta irregularidad llegó a ser casi una anarquía, extendiéndose, no sólo a las familias de rancio abolengo, sino a los estratos sociales más pobres, e incluso a los conversos a la fe cristiana, perdurando también en América hasta bien entrado el siglo XVIII.

Un típico ejemplo de esta irregularidad de apellidos es evidente en los hijos e hijas de Don Íñigo López de Mendoza (1398-1458), mejor conocido como el marqués de Santillana, y de su esposa doña Catalina Suárez de Figueroa. La sucesión fue la siguiente:

    Diego Hurtado de Mendoza
    Íñigo López de Mendoza
    Lorenzo Suárez de Figueroa
    Pedro González de Mendoza
    Pedro Hurtado de Mendoza
    Juan Hurtado de Mendoza
    Pedro Lasso de la Vega
    Mencía de Mendoza
    María de Mendoza
    Leonor de la Vega

De todos los hijos mencionados, siete de ellos ostentaban el apellido paterno de Mendoza; dos llevaban el apellido paterno de la abuela, de la Vega; y uno tenía el apellido materno de Figueroa.

martes, 19 de abril de 2016

Los hidalgos y los trabajos manuales


El 18 de marzo de 1783, el rey Carlos III publica una Real Cédula en la que declara que es honrado y honesto ejercer oficios artesanos, hasta entonces considerados viles, por lo que, a partir de entonces, aquella persona que los venía desempeñando podía ejercer empleos municipales. 

La disposición real era el resultado de escritos e informes que sugerían la conveniencia de poner fin al estado de desprestigio que pesaba sobre quienes ejercían trabajos manuales, lo que iba en perjuicio de la economía de la nación. 
 

Monumento en las murallas de Ávila
Según D. Manuel Pardo de Vera, Vicepresidente de la RAHE, “Algo muy difundido, pero que no es cierto, es que ser hidalgo era incompatible con ejercer oficios mecánicos, de artesanos, de comercio, etc. Basta con ver los padrones con distinción de estados para comprobar que los hidalgos ejercían toda clase de oficios. Con lo que era incompatible ejercer determinados oficios era con ser caballero ya que esto exigía dedicación exclusiva a las armas”. El autor de este blog comparte plenamente esta opinión.

 

El texto completo de la Real Cédula de 1783, decía así: "Por la cual se declara que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; y que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente... siendo exceptuados de esta regla los artistas o menestrales o sus hijos que abandonasen su oficio y el de sus padres y no se dedicaren a otro o a cualesquiera arte o profesión con aplicación y aprovechamiento aunque el abandono sea por causa de riqueza y abundancia; en inteligencia de que mi Consejo, cuando hallare que en tres generaciones de padre, hijo y nieto ha ejercitado y sigue ejercitando una familia el comercio o las fábricas con adelantamientos notables y de utilidad al Estado, me propondrá, según le he prevenido, la distinción que podrá concederse al que se supiese y justificase ser director o cabeza de tal familia que promueve y conserva su aplicación".



Retrato de Carlos III, rey de España
Desde principios del siglo XVIII se tuvo clara conciencia del problema y empezaron a aparecer escritos y leyes que intentaron, fundamentalmente, cambiar las mentalidades y convencer al noble y al plebeyo de que todo trabajo era digno y sólo la ociosidad era deshonrosa, idea que se convertiría en uno de los pilares básicos de toda la política económica del despotismo ilustrado, pero no fue hasta el reinado de Carlos III que se tomaron verdaderas medidas para resolver la situación económica y social derivada del descrédito del trabajo manual.




Sobre Carlos III

Carlos III, Rey de España de 1759 a1788, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, fue duque de Parma y de Plasencia (1731-35), y rey de Nápoles y Sicilia (1734 y 1759), y a la muerte de su hermano Fernando heredó la corona española. Su reinado marca la plenitud del despotismo ilustrado en España.

Ayudado por un equipo de ministros excepcionales, entre los cuales destacan los nombres de Esquilache, Floridablanca, Campomanes, Roda, Aranda y Múzquiz, impulsó importantes reformas económicas, sociales y políticas siendo considerado como el más ilustrado de los reyes españoles; así, por ejemplo, llevó a cabo medidas que molestaron a amplios sectores de la aristocracia tradicional o del clero como el proyecto de contribución única y universal, la reorganización del Consejo de Castilla, la prohibición de aumentar los bienes de manos muertas y la limitación de la inmunidad eclesiástica inquietaron a la aristocracia y al alto clero, quienes organizaron en 1766 el llamado motín de Esquilache (una revuelta de los madrileños en marzo de 1766 protestando por el decreto del marqués de Esquilache, primer ministro de Carlos III, que prohibía el uso de la capa y del chambergo (sombrero de ala ancha) con el pretexto de que dichas prendas cubrían las caras de los sospechosos.

Las razones reales del motín fueron la escasez de pan (malas cosechas de 1763-1765) y el encarecimiento de los artículos de consumo. Los amotinados pedían a Carlos III, entre otras cosas la destitución de Esquilache, la anulación de las disposiciones sobre el traje y una rebaja de los precios de los alimentos. El rey no tuvo más remedio que ceder a sus peticiones, pero no cejó hasta encontrar unos supuestos instigadores de la insurrección. Ensenada y los jesuitas (expulsados de España el 1 de abril de 1767) fueron las cabezas de turco del motín.

En lo concerniente al sector agrario, Carlos III disminuyó los bienes vinculados y de manos muertas, y limitó los privilegios de la Mesta, vigentes desde tiempos de los Reyes Católicos, en beneficio de la agricultura, En materia industrial y comercial, proclamó la libertad de la industria y de la circulación de toda clase de mercancías, suprimió las aduanas y demás trabas interiores, promulgó la libertad de comercio con América y modernizó la política fiscal.

viernes, 15 de abril de 2016

Juan de Urbieta. El infante vascongado que capturó al rey de Francia Francisco I en la batalla de Pavia


Caballero de la Orden de Santiago y Contino de S. M., Capitán de Caballería bajo el mando de Hugo de Moncada. Según algunas versiones, fue el que prendió al rey de Francia en la batalla de Pavía, lo que supuso una de las capturas más sobresalientes de toda la historia de España. Otras señalan a Alonso Pita da Veyga, como el verdadero autor de tal apresamiento... o a Diego de Ávila o a Juan de Aldama.

Juan de Urbieta Berastegui y Lezo, militar guipuzcoano natural de Hernani casó con Doña Marta de Alcayata y murió en dicha villa el 23 de agosto de 1553. Urbieta había nacido en tiempos de los Reyes Católicos y, después de servir como criado en la Casa de los Artola, durante su estancia en San Sebastián consideró que la mejor forma de defender a su país era comenzar con la carrera militar.

Juan de Urbieta
El destino de Juan de Urbieta parecía estar ya marcado por el contexto en el que nació. Su llegada a este mundo se produjo cuando los Reyes Católicos acababan de dar las primeras Ordenanzas Municipales con las que, a partir de entonces, debía regirse su Villa natal, pero la entrada del ejército francés en Guipúzcoa para apoyar a Navarra contra las tropas de Fernando el Católico provocó enfrentamientos que, en el caso de Hernani, supusieron un incendio que destruyó el lugar echando por tierra todos los planes previstos para su desarrollo económico, social y político.

Así, tras su estancia como criado a la Casa de los Artola, y durante su estancia en San Sebastián tomó la decisión de tomar la carrera de las armas llegando a Italia como arcabucero, según versión de Juan de Oznayo, paje que era del Marqués del Vasto y uno de los testigos de la batalla: Francisco I «iba casi solo cuando un arcabucero le mató el caballo, y yendo a caer con él, llegó un hombre de armas de la Compañía de don Diego de Mendoza, llamado Joanes de Urbieta, natural de la provincia de Guipúzcoa, y poniéndole el estoque a un costado por la escotadura del arnés, le dijo que se rindiese».

Captura del rey Francisco I en la batalla de Pavía
Urbieta adquirió celebridad por haber hecho prisionero a Francisco I, Rey de Francia, en la batalla que se libró entre españoles y franceses en los campos de Pavía (Italia) el 24 de febrero de 1525. Esta hazaña, se halla plenamente demostrada. Entre otras pruebas se podría aducir la carta que el citado Rey le escribió a Urbieta con fecha 4 de marzo del año siguiente, demostrando su gratitud por lo bien que le había defendido, ayudándole con todo su poder a salvar la vida. 

Francisco I, rey de Francia
La captura fue y sigue siendo disputada por algunos historiadores al incluir en la misma a otros protagonistas. Aunque la Historia acepta a Juan de Urbieta como la persona que hizo prisionero al rey de Francia, de la misma forma que lo aceptó la Corona cuando decidió otorgar las debidas recompensas, no faltaron cronistas para hacerse eco de las demandas formuladas por Diego de Ávila, Alonso Pita y Juan de Aldama que reclamaban para sí la detención del monarca. Carlos I otorgó también privilegios a estos soldados, entre ellos el de hacerles hidalgos, pero no en la medida en que se le concedió a Urbieta, que ascendió a capitán de caballería e ingresó como caballero en la Orden de Santiago.
El motivo de la confusión lo encontramos de nuevo en la versión que de los hechos dejó escrita el ya citado Juan de Oznayo. Según este hombre, cuando Juan de Urbieta puso el estoque en el cuello a su prisionero sin saber de quién se trataba, el prisionero, viéndose en peligro de muerte, le dijo: «La vida, que soy el Rey». Entonces el hernaniarra, en mal francés, le ordenó rendición, contestando Francisco I: «Yo solo me rindo al Emperador».

Mientras se producía este diálogo, debemos imaginarlo en medio del fragor de la batalla, Juan de Urbieta observó que a pocos metros de distancia unos franceses habían cercado al alférez de su compañía con ánimo de arrebatarle la bandera y no estando dispuesto a dejar que tal cosa ocurriera se dirigió al preso diciéndole: «Si de verdad sois el rey, hacedme una merced»; obtenida la promesa, se alzó la visera del almete que protegía su cabeza y mostrándole sus dientes mellados, le dijo al monarca: «En esto me reconoceréis», y dejándole en el suelo con una pierna aprisionada debajo del caballo se alejó en defensa del pendón y de su oficial.

Parece ser que fue en este momento cuando llegaron Ávila, Pita y Aldama quienes viendo al rey caído creyeron poderle detener aún cuando de él mismo salieron las palabras de «Ya he sido hecho preso».
Escudo de armas, otorgado por Carlos V
Confirma este hecho el escudo de armas que Carlos V concedió a Urbieta en Bolonia a 20 de marzo de 1530, en cuyo diploma se hace mérito del suceso. El mismo Urbieta hace mención de este escudo, y de la merced que de él le hizo el emperador, por la prisión del rey de Francia y otros servicios, en el testamento que otorgó en Hernani el 22 de agosto de 1553. Dicho escudo representa un campo verde junto a un río, un medio caballo blanco en cuyo pecho hay una flor de lis con corona, y la rienda caída al suelo, más un brazo armado con su estoque alzado. La significación de este emblema no es dudosa. El campo verde es el sitio donde ocurrió la prisión, el río representado es el Tesino, el medio caballo con la rienda caída, el que montaba el rey Francisco y cayó, la flor de lis y corona las armas de este monarca, el brazo armado alzado es Urbieta, que le rindió.


Colección de documentos inéditos para la historia de España, Volumen 38


Sus restos mortales yacen al pie del Presbiterio de la iglesia parroquial de su pueblo natal con el epitafio correspondiente, restos que fueron ultrajados por los soldados, dos siglos y medio después de su muerte, durante la francesada. La espada tomada a Francisco I durante la batalla de Pavía adornó la Armería Real hasta que Napoleón la hizo volver a Francia durante la ocupación de 1808.

Tres siglos después, el duque de Rivas recrearía esta hazaña en su romance La victoria de Pavia:

El hidalgo vizcaíno
Juan de Urbieta, que cubierto
de tosco arnés, es un potro
escaramuzaba suelto,
pasa y ve bajo el caballo
tan lucido caballero,
que por levantarse pugna
con inútiles esfuerzos.

martes, 12 de abril de 2016

Miguel de Cervantes y Félix Lope de Vega, en la serie "el Ministerio del Tiempo"


Miguel de Cervantes Saavedra (Príncipe de los Ingenios) versus Félix Lope de Vega y Carpio (Fénix de los Ingenios)

El pasado 29 de febrero, la serie de gran éxito de RTVE “El Ministerio del Tiempo” dedicó su capítulo al enfrentamiento entre Miguel de Cervantes y Félix Lope de Vega, ambos hidalgos, aunque con algunas dudas. Con tal motivo se diseñaron los siguientes carteles.


Sergio Iniesta

Para este cartel decidí descontextualizar el enfrentamiento entre Cervantes y Lope de Vega. Me pregunté a mí mismo cómo percibiría el público de la época dicha rivalidad, y me pareció divertido compararla con la de los clásicos combates de boxeo de nuestra era, todo ello sin olvidar el mundo interno con el que convivían los dos autores, tanto en mente como corazón, y que los hacía ser los personajes peculiares que eran. El resultado, un cartel de lo más vintage.


Mikel Navarro

¿Puede Cervantes dejar escapar la primera gran obra de ficción por un puñado de monedas de oro? El cartel nos sitúa en medio de esa decisión, con la patrulla enfrentándose de nuevo a Walcott para evitar un evento que podría cambiar por completo nuestra historia y, sobretodo, la cultura. Un cartel, pretendidamente teatral, que también deja hueco para el esperado reencuentro entre Amelia y Lope.


A Miguel de Cervantes ya le dediqué una entrada en este blog; la de Lope de Vega la tengo pendiente para una próxima. 

 

Escudo de armas de la Casa de Cervatos, confundido hasta ahora con el de la de CERVANTES.
(Ernesto de Vilches; Cervantes.—Apuntes históricos de este apellido. Madrid, 1905.)


Escudo de la Casa de Cervantes. No se sabe si Miguel de Cervantes usó alguno en particular.
(Del Memorial de Juan de Mena.—Ms. de la Biblioteca Nacional núm.  3.390.)

Escudo de Cervantes en la placa del convento de la Trinitarias de Madrid.

viernes, 8 de abril de 2016

Félix María Samaniego. Escritor famoso por sus fábulas morales


Félix María de Samaniego fue un personaje destacado en las letras del Siglo de las Luces (Ilustración), un escritor famoso, sobre todo, por su “Fábulas morales” y, junto con Tomás de Iriarte, es considerado el mejor de los fabulistas españoles.

Fue músico, ensayista y dramaturgo. Como poeta, fue autor de fábulas y de un manual educativo, obras que se convirtieron en un excelente vehículo para la transmisión de su ideario reformista de la sociedad, la política, la moral y la literatura de su tiempo. Contrasta este afán formativo con la escritura de poesía erótica, como “El Jardín de Venus”, libro que fue prohibido por la Inquisición.

Félix Serafín Sánchez de Samaniego y Zabala nació en Laguardia (Álava), el 12 de octubre de 1745, y falleció en esa misma ciudad en agosto de 1801. Sus padres fueron Félix Ignacio Sánchez de Samaniego y Munibe y Juana María Teresa Zabala y Arteaga. El palacio de los Samaniego, en Laguardia, fue construido en el siglo anterior, aunque su padre lo había mejorado y había añadido el escudo de armas en su fachada. Los Samaniego eran propietarios, asimismo, del señorío de Arraya, y él, heredó de su tío Bernardo de Zabala y Arteaga, los señoríos de Yurreamendi, Idiáquez e Irala.
Casa natal de Félix de Samaniego en Laguardia, dibujo del s. XIX
Perteneciente a una familia noble (hidalga) y rica, oriunda del lugar alavés de Samaniego, contaba entre sus parientes al Conde de Peñaflorida; tras los primeros estudios su familia le envió a cursar derecho a la Universidad de Valladolid, donde permaneció dos años sin llegar a concluir la carrera. En un viaje a Francia se entusiasmó con los enciclopedistas: allí se le contagió la inclinación a la crítica mordaz contra la política y la religión tan grata a los hombres del siglo, y cierto espíritu libertino y escéptico que le indujo a burlarse de los privilegios y a rechazar, incluso, un alto empleo en la corte que le ofreció el conde de Floridablanca.

A su regreso a España contrajo matrimonio con Manuela de Salcedo, hija de una renombrada familia bilbaína, y se estableció primeramente en Vergara, donde fue director del Seminario de Nobles de Vergara y participó en la Sociedad Vascongada de Amigos del País, tendente a la difusión de la cultura en los medios populares, y de la cual llegó a ser presidente. Las fábulas escritas para que sirvieran de lectura a los alumnos del Real Seminario de Nobles son su obra más conocida. En 1781 se publicaron en Valencia -en cuya ciudad estaba por enfermedad de su mujer- los cinco primeros libros con el título de Fábulas en verso castellano, y en 1784 apareció en Madrid la versión definitiva, titulada Fábulas morales y formada por nueve libros con 157 fábulas.

Las fábulas de Samaniego se inspiran en las obras de los fabulistas clásicos Esopo y Fedro, y también del francés La Fontaine y del inglés J. Gay; todas ellas tienen una finalidad didáctica. De estilo bastante sencillo y métrica variada, muchas fábulas destacan por su espontaneidad y gracia: La lechera, Las ranas que pedían rey, El parto de los montes, La cigarra y la hormiga, La codorniz, Las moscas, El asno y el cochino, La zorra y el busto o El camello y la pulga.

La publicación de las fábulas de Tomás de Iriarte (que había sido su amigo) un año después que las suyas, con un prólogo en el que afirmaba que eran "las primeras fábulas originales en lengua castellana", irritó a Samaniego y desató una rivalidad entre ambos escritores que duraría toda su vida.

Con la subida de los Borbones al poder se produjo un proceso centralizador que entró en litigio con las instituciones forales del País Vasco. Al complicarse la situación, en 1783, Samaniego fue comisionado por la provincia de Álava para que de una manera directa gestionara los problemas provinciales en la Corte, aunque también tramitó otros asuntos regionales y de la Vascongada. En la capital, su actividad literaria fue intensa; asistió a reuniones y tertulias y gozó de la amistad de nobles y escritores. Participó en las polémicas teatrales de la época defendiendo el teatro neoclásico y la ideología ilustrada. Esta actividad cultural fue más exitosa que los progresos de las gestiones que le habían encargado y tampoco llegó a buen puerto el plan de un Seminario para señoritas, que la Vascongada pretendía establecer en la ciudad de Vitoria. En 1790 el autor, que no había conseguido descendencia de su mujer legítima, tuvo un hijo natural que fue bautizado en el pueblo guipuzcoano de Lizarza con el nombre de Félix María de Paula.

El jardín de Venus
De nuevo en Bilbao, volvió a llevar las riendas de su hacienda, bastante olvidada, y a frecuentar las antiguas amistades. En 1792 decidió llevar una vida más tranquila y se retiró a su villa natal, Laguardia. Dos sucesos rompieron su tranquilidad: por un lado, la invasión francesa del año 1793, que dejó malparadas sus posesiones guipuzcoanas, en especial en Tolosa, cuyo palacio de Yurreamendi quedó desmantelado; por otro, algunas poesías satíricas y licenciosas le valieron el principio de un proceso inquisitorial en 1793. El tribunal de Logroño llegó incluso a decretar la detención del autor, pero Samaniego se libró gracias a la influencia de sus amistades en los altos niveles.





Publicadas en 1784, la Fábulas morales recogen un total de 157 composiciones, distribuidas en nueve libros y precedidas de un prólogo. Fueron compuestas para los alumnos del Colegio de Vergara, en cuya labor pedagógica colaboraba. Su intención está dentro del carácter didáctico de la literatura neoclásica e ilustrada y respondía a la máxima estética de instruir deleitando. Debieron de influir en la elección del género sus conocimientos de la literatura francesa, en especial de La Fontaine, aunque Samaniego no es un mero traductor, sino que actualiza la materia tradicional desde las fuentes clásicas (Esopo y Fedro), aumenta los datos explicativos y dramatiza las escenas en relación con la función didáctica que pretende.



En el desarrollo de las fábulas, el escritor alavés sigue la estructura convencional, aunque procura plantear claramente la oposición entre los personajes-animales por medio de adjetivos antitéticos, para que de ella se desprenda clara la moraleja. La formulación de la moralidad suele ir al final de la fábula, como consecuencia aleccionadora de lo sucedido en el episodio que la precede. Quizá sea la moraleja, desde el punto de vista de la estructura, el aspecto menos conseguido en Samaniego, por culpa de su excesiva extensión. Se exige que sea concisa y breve, de forma que pueda quedar grabada con facilidad en la mente infantil.

martes, 5 de abril de 2016

Santo Domingo de Guzmán. Fundador de la orden de los Dominicos (Predicadores)


Fundador de los Dominicos (Orden de Predicadores). Contemporáneo de San Francisco de Asís y maestro de Santo Tomás de Aquino. Se le atribuye haber recibido de la Virgen el Santo Rosario, aunque parece ser que su práctica era anterior.

Domingo nació en Caleruega (Burgos), en 1170, perteneciente por entonces a la diócesis de Osma, en el seno de una familia noble (hidalga), profundamente creyente y muy encumbrada. Sus padres, don Félix Núñez de Guzmán y doña Juana de Aza (declarada beata), parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal. Sobrino nieto, por línea materna, de los condes-don Pedro y don rodrigo González de Lara. Su abuelo era don Ruy Núñez de Guzmán, señor de la Villa de Guzmán, en la provincia de Burgos. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.

Santo Domingo, fundador de los Dominicos
De los siete a los catorce años, bajo la preceptoría de su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, recibió esmerada formación moral y cultural. En este tiempo, transcurrido en su mayor parte en Gumiel de Izán (Burgos), despertó su vocación hacia el estado eclesiástico. De los catorce a los veintiocho, vivió en Palencia: seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia. Fue nombrado subprior del capítulo de los canónigos regulares de Osma (Soria).

En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego de Acebes, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando con una princesa danesa que, aunque acordada, finalmente no se realizó. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, siempre acompañando al obispo Diego a Dinamarca y a Roma, decidiéndose durante ellos su destino y clarificándose definitivamente su ya antigua vocación misionera.

En sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc (sur de Francia), como predicador de la verdad entre los cátaros. Ese mismo año funda el monasterio para conversas albigenses de Prouille (cerca de Franjeaux, Francia), a las que puso bajo la regla agustiniana. Tas el asesinato de su legado Pedro de Castelnau en 1208, el papa organizó una cruzada contra los albigenses (1209-1213); Domingo de Guzmán se negó a participar en ella e insistió en la predicación como único medio para erradicar la herejía.

En 1215, y con la participación de Foulques, obispo de Toulouse, organizó un grupo con varios compañeros con el propósito de formar una congregación que se dedicase a la predicación y a la enseñanza. Así, tras rechazar varios obispados (Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente), en 1215, después de fundar una casa en Toulouse que había sido cedida por Pedro de Seila, marchó a Roma durante la celebración del III Concilio de Letrán para obtener del papa Honorio III la confirmación de su fundación. Además de ésta, que le fue otorgada en diciembre de 1216, Domingo consiguió para la congregación el título de “Predicadores” en enero del año siguiente. Una vez instruidos los dieciséis integrantes de la orden, en agosto de 1218 los distribuyó entre las ciudades de París, Madrid, Bolonia y Roma con el fin de que continuasen la obra.

Armas de la Orden de PREDICADORES (O.P.) u Orden de DOMINICOS
Dibujo realizado, por don Carlos Acuña y Rubio.
Domingo, mientras tanto, se dedicó a la organización de la congregación, que celebró su primer capítulo general en 1220 en Bolonia (Italia), y en el transcurso del cual le otorgó un estatuto original de pobreza mendicante basado en la legislación de la Orden de Grandmont. Al año siguiente, motivado por el crecimiento de la congregación, convocó el segundo capítulo general de la orden, durante el cual la dividió en ocho provincias y organizó una campaña de predicación en Lombardía (Italia). Falleció en Bolonia  el día 6 de agosto del año 1221, de regreso de un viaje a Venecia; sus restos yacen en una capilla de la iglesia del convento dominico de Bolonia. Fue canonizado por Gregorio IX por medio de la bula Fons sapientae el 3 de julio de 1234. Su fiesta se celebra el 8 de agosto.


La leyenda narra que el surgimiento del Santo Rosario se debió a que María se lo entregó, en 1221, a Santo Domingo de Guzmán.



En el año 1214 Santo Domingo, el fundador de la Orden de los Predicadores (o Dominicos), estaba angustiado porque estaba fracasando en su intento de convertir a los herejes cátaros albigenses. Santo Domingo se lo atribuyó a la profundidad y gravedad de la pecaminosidad de los herejes y al mal ejemplo de los católicos.




Así que se fue solo al bosque y lloró y oró continuamente por tres días para aplacar la ira del Dios Todopoderoso. Azotó su cuerpo y torturó su carne. Por el ayuno, el dolor y el agotamiento, él pasó a un estado de coma. En esa circunstancia Domingo experimentó una aparición de María Santísima, mientras estaba en estado de coma, que unió a Santo Domingo con el Rosario.

Si bien es cierto que Santo Domingo fue el hombre de su época que más contribuyó a la formación y difusión del Rosario –movido por una gracia singular-, esta oración no fue una fórmula precisa y fija que la Virgen le entregara al santo, sino que sufrió cambios con el paso de los siglos. El Rosario, en su forma medieval, era más flexible que en la actual.

viernes, 1 de abril de 2016

La Real Compañía de Guardiamarinas


Tras la llegada de los Borbones a España, con felipe V, la consiguiente y terrible guerra de Sucesión y la paz derivada de los tratados de Utrecht, se fundó la Marina Militar, en principio afrancesada y totalmente diferente a la de los Austrias y, para dotarla de oficialidad, se creó la Real Compañía de Guardias Marinas en Cádiz (1717).

Debida a la fecunda obra del intendente general y luego secretario del Despacho Universal de Marina, don José Patiño. Esta última fundación supuso la incorporación de nobles e hidalgos de toda España y de notable número de italianos de diversos territorios, irlandeses, ingleses, escoceses, portugueses, malteses y franceses*.

Película española de 1967 (Director: Pedro Lazaga)

José Patiño Rosales (Museo Naval de Madrid)
El decreto de fundación de dicha Real Compañía de Guardias Marinas preveía favorecer el ingreso en ella de hijos de militares españoles. El análisis de los 1.944 guardias marinas (o guardiamarinas) que componían esta compañía gaditana, hasta que en 1777 se abrieron las de Ferrol y Cartagena y se trasladó esta a San Fernando, indica que la edad media de entrada en ella era de unos 16 años

De los que hicieron carrera en la Real Armada, un total de 109 (9,9%) alcanzaron el generalato (hoy día almirantazgo). A tenor de este último dato cabe recordar el refrán existente en la España del siglo XVIII: «Te deseo más vida que a un general de Marina» y sabemos que la observación popular convertida en refranes no suele fallar.

Las provincias y territorios españoles aportaron guardiamarinas en diversa proporción los italianos, con un 2,96%, superaron a muchas provincias peninsulares y a todos los territorios por entonces vinculados a la Corona española. Por otras estadísticas se sabe que Andalucía (42,93%), Navarra, Vascongadas, Murcia y los presidios fueron las únicas regiones que aportaron un porcentaje de guardiamarinas mayor que el que le correspondería por su población –esta última tomada del censo de Ensenada–, si bien no se puede comparar con los italianos por carecer de datos de los censos de sus reinos. Vascongadas, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, con un 9,25%, un 8,36% y un 6, 20% respectivamente, fueron las regiones que más aportaron, con gran diferencia respecto a las otras, exceptuando a Andalucía. (Fuente: D. de la Válgoma, y B. de Finestrat, Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, Madrid 1944)

En 1777 se abrieron las compañías de Ferrol y Cartagena y se trasladó la de Cádiz a San Fernando. Al abrirse la Real Compañía de Cartagena, se seleccionó para mandarla al prestigiosísimo capitán de navío don José de Mazarredo, que por entonces era el alférez de la de Cádiz. Durante su mando de la compañía publicó las Lecciones de navegación para guardias marinas, la Colección de tablas de navegación, y tomó el mando del navío «San Juan Bautista» para perfeccionar la enseñanza práctica de los caballeros, en cuyo barco comenzó a utilizar un cronómetro encargado a Londres para resolver, de una vez por todas, el problema del cálculo de la longitud.

Stefano Reggio y Gravina. Nacido en Palermo (Sicilia) en 1699, asentado el 7 de febrero de 1717, figura como el primer guardiamarina asentado en Cádiz, aunque en realidad lo fue don Juan Castellón, mas siendo Stefano hijo del príncipede Campoflorido y de Yacci se le concedió ese honor cuando se hizo el libro maestro en 1773. El último es Isaac Peral y Caballero, nacido en Cartagena (Murcia) el 1 de junio de 1851, y que figura con el nº 6.916 en la obra “Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval Militar–Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes”.

La clase de aspirante de Marina fue creada en 1841; hasta entonces sólo existía la de guardiamarina. Desde el establecimiento de la Real Compañía de Guardias Marinas en 1717, era preciso obtener «merced» (carta orden) de guardia marina y probar la nobleza (pruebas de nobleza) de los cuatro abuelos, o hidalguía al uso de Castilla, por los cuatro costados. Las pruebas de nobleza –a las que se añadían informes morales y sociales de la familia– fueron abolidas por la Constitución de 1812, rehabilitadas en 1814 y suprimidas definitivamente en 1845, manteniéndose, empero, las pruebas de limpieza de sangre hasta 1865. En el Colegio Naval Militar se ingresaba, pues, por gracia y tras prestar examen de suficiencia de estudios elementales. A partir de 1870 (Escuela Naval Flotante, con base en la fragata Asturias, de pontón en Ferrol) se establece el sistema de oposición tal como hoy lo entendemos.


Academia de Guardias Marinas (Cádiz, 1717-1769)

En 1717 se inauguró en Cádiz la primera Compañía de Guardias Marinas, impulsada por José Patiño. Se pretendía dar una formación mixta científico-práctica a los futuros oficiales de la Marina de Guerra, buscando un intermedio entre la formación británica de los midshipmen, eminentemente práctica, y la formación de los Gardes marins franceses, sólidamente teórica. El 7 de febrero de 1717 ya contaba con los 37 primeros futuros alumnos. Esta Compañía de Guardias Marinas es el primer antecedente de la actual Escuela Naval Militar. Desde su fundación, la Academia de Guardias Marinas ostentó las principales denominaciones de los centros docentes: Academia y Colegio cuando en 1824 se estableció en el Arsenal de la Carraca, y Escuela, cuando en 1871 se instaló en Ferrol a bordo de la fragata Asturias.

El Cuerpo de Guardias Marinas era considerado como tropa de la Casa Real, y sustituía a los Guardias de Estandarte y a los Cadetes de Cartagena.

Película de 1960, con Manuel Gil Huidobro
El cine español ha llevado a la Gran Pantalla, en varias ocasiones, la vida de los guardiamarinas, películas de gran éxito en su momento. La primera de ellas "Botón de Ancla" con Manuel Gil Huidobro (primo del autor de este blog) como principal protagonista.
 

Buque Escuela "Juan Sebastián Elcano"

El Buque Escuela "Juan Sebastián Elcano" es el barco más representativo y conocido de la Armada en España. Para el país visitado es una embajada bella, joven y amable que viene de una nación amiga. Su silueta es francamente conocida por los amantes de los grandes veleros, y tiene un gran poder de atracción para el público en los puertos allá donde atraca.