lunes, 2 de marzo de 2020

Gabriel Cano y Aponte. Gobernador, capitán general, presidente de la Real Audiencia del Reino de Chile

4rSe esforzó en reprimir el comercio ilegal que se practicaba en las costas de Chile y en pacificar a los mapuches. Otras de sus atenciones preferentes estuvieron en las obras públicas.

Mejoró la pavimentación, construyó cementerios, reparó caminos, fabricó pólvora y fundió cañones. Prosiguió el estudio del Canal Maipo y trató de aminorar el contrabando. Propuso al rey el proyecto de instalar una Casa de Moneda en Chile, que finalmente llevaría a término Francisco García Huidobro.


Gabriel Cano y Aponte nació en la villa de Mora (Toledo), en marzo de 1665. Sus padres fueron Juan Cano Ruiz (alcalde de la Hermandad y alcalde ordinario por nombramiento del conde de Mora en representación del estado de hidalgos) y Josefa de Aponte y Carvajal. Desde joven, abrazó la carrera militar, viajando a Flandes, y a su regreso a España obtuvo el grado de teniente general, en octubre de 1715.


Casado en primeras nupcias con María Camps, Cano enviudó en 1715 y al año siguiente contrajo nuevo matrimonio con María Francisca Velez de Medrano. La pareja tuvo un hijo, llamdo Gabriel.

Fue nombrado Gobernador de Chile por Real Cédula en 1715, llegando a Santiago a asumir el cargo en 1717. Retiró las tropas del sur del Biobío, y entabló parlamentos con el pueblo Mapuche, logrando un gobierno de progreso. Sostuvo una fuerte resistencia a los corsarios. Se preocupó además de la organización del aseo y ornato y de los servicios de la ciudad de Santiago.

Una vez en Chile, Cano y Aponte se esforzó en reprimir el comercio ilegal que se practicaba en las costas, pues la gran afluencia de naves de todas las banderas, principalmente francesas y holandesas, más las propias embarcaciones españolas, había generado una abundancia de productos con la consiguiente baja en sus precios. Sin embargo, de las medidas adoptadas y debido a que no contó con el apoyo de la población, acostumbrada a los bajos precios, los contrabandistas siguieron arribando a Chile.

El mar también implicaba el constante peligro de los corsarios ingleses. En 1719, circularon rumores de que en Inglaterra se habían concedido las patentes respectivas y se preparaban varias expediciones corsarias para atacar por las aguas del Pacífico. Efectivamente, en noviembre de ese año hizo su aparición en las costas del sur la expedición de Jorge Shelvocke, quien ya había capturado dos naves mercantes, que intentó desembarcar en Concepción, pero fue obligado a replegarse, zarpando hacia Coquimbo, donde apresó otra nave comercial; su intención era obtener un rescate por ellas, pero como el Gobernador se negó, el corsario quemó dos de ellas y se dirigió hacia Juan Fernández para luego proseguir sus andanzas por las costas del Perú.

Las relaciones entre españoles y mapuches en la zona fronteriza se desarrollaban con la normalidad habitual: existían épocas de enfrentamiento que eran seguidas por otras de paz y comercio entre ambos bandos.

Españoles - Chile - SigloXVIII
Al asumir Cano y Aponte la situación era de paz, pero en 1722 empezó a circular el rumor de que los indígenas preparaban un alzamiento; notificado el Gobernador, no creyó en la veracidad de la denuncia. En marzo de 1723 se iniciaron las hostilidades con el ataque indígena al fuerte de Purén. Cano y Aponte salió de Santiago rumbo al Sur, acompañado por cerca de 500 soldados, con los que rompió el sitio que los indígenas mantenían en el lugar. En agosto, los indígenas ocuparon la Isla de Laja, pero fueron expulsados por las tropas al mando de Manuel de Salamanca. Poco a poco, la situación se fue normalizando, los encuentros fueron disminuyendo y en 1725 ya se hablaba nuevamente de paz y en 1727 se celebró un parlamento en Negrete.

Otra de las atenciones preferentes de Cano y Aponte estuvo en las obras públicas. Bajo su gobierno, se resucitó una antigua iniciativa que durante algún tiempo se había olvidado: la construcción, tantas veces paralizada por diversas circunstancias, de un canal que uniera los ríos Maipo y Mapocho. También, organizó a los habitantes de la ciudad de Santiago para combatir los incendios, mejoró el sistema de recolección de basuras, y procuró el hermoseamiento de las calles. Además, fundó un cementerio para sepultar a los indigentes, dispuso la reparación del camino entre Santiago y Mendoza, e impulsó la construcción de la Casa de Recogidas.

La naturaleza se hizo presente durante su gobierno con una de sus manifestaciones más destructivas: el 8 de julio de 1730 se sintió en Santiago un temblor que, según algunos testigos, se prolongó durante casi 15 minutos. Luego vinieron otros y, finalmente, un violento terremoto. Por fortuna, el sismo no causó muchas víctimas fatales, debido que al sentirse los primeros movimientos, la población había tomado las debidas precauciones. Sin embargo, los daños materiales fueron enormes.

En 1731, el Rey Felipe V decidió reemplazarlo y lo autorizó para abandonar Chile. En julio de 1733, cuando Cano y Aponte ya tenía 68 años y esperaba la llegada de su sucesor, participó en un torneo ecuestre organizado en Santiago. Cuenta el cronista Carvallo y Goyeneche que el Gobernador “cabalgaba un brioso y soberbio bruto y se empeñó en hacerlo poner las manos contra una pared. Se interesaban todos en apartarlo de tan peligrosa evolución, pero su capricho hizo vanos los esfuerzos de aquellos caballeros y castigando al bruto con la espuela le obligó a tocar con las manos la pared; cayó de espaldas y tomó debajo al gobernador”. Cano y Aponte quedó herido y su salud muy resentida, siendo este accidente la futura causa de su muerte, ocurrida el 11 de noviembre de 1733.

La muerte del gobernador en 1733 puso brusco fin a su mandato. En tal coyuntura, la Audiencia nombró interinamente en el cargo de gobernador a su oidor más antiguo, Francisco Sánchez de la Barreda y Vera. Pero el virrey lo desestimó y, en pugna con la Audiencia y el cabildo, nombró provisionalmente a Manuel de Salamanca, hasta la toma de posesión de José Antonio Manso de Velasco, el 15 de noviembre de 1737.

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