4rSe esforzó en reprimir el comercio
ilegal que se practicaba en las costas de Chile y en pacificar a los mapuches.
Otras de sus atenciones preferentes estuvieron en las obras públicas.
Gabriel
Cano y Aponte nació en la villa de Mora (Toledo), en marzo de 1665. Sus padres
fueron Juan Cano Ruiz (alcalde de la Hermandad y alcalde ordinario por
nombramiento del conde de Mora en representación del estado de hidalgos) y Josefa
de Aponte y Carvajal. Desde joven, abrazó la carrera militar, viajando a
Flandes, y a su regreso a España obtuvo
el grado de teniente general, en octubre de 1715.
Casado
en primeras nupcias con María Camps, Cano enviudó en 1715 y al año siguiente
contrajo nuevo matrimonio con María Francisca Velez de Medrano. La pareja tuvo
un hijo, llamdo Gabriel.
Fue
nombrado Gobernador de Chile por Real
Cédula en 1715, llegando a Santiago a asumir el cargo en 1717. Retiró las
tropas del sur del Biobío, y entabló parlamentos con el pueblo Mapuche,
logrando un gobierno de progreso. Sostuvo una fuerte resistencia a los
corsarios. Se preocupó además de la organización del aseo y ornato y de los
servicios de la ciudad de Santiago.
Una
vez en Chile, Cano y Aponte se esforzó
en reprimir el comercio ilegal que se practicaba en las costas, pues la
gran afluencia de naves de todas las banderas, principalmente francesas y
holandesas, más las propias embarcaciones españolas, había generado una
abundancia de productos con la consiguiente baja en sus precios. Sin embargo,
de las medidas adoptadas y debido a que no contó con el apoyo de la población,
acostumbrada a los bajos precios, los contrabandistas siguieron arribando a
Chile.
El
mar también implicaba el constante
peligro de los corsarios ingleses. En 1719, circularon rumores de que en
Inglaterra se habían concedido las patentes respectivas y se preparaban varias
expediciones corsarias para atacar por las aguas del Pacífico. Efectivamente,
en noviembre de ese año hizo su aparición en las costas del sur la expedición
de Jorge Shelvocke, quien ya había capturado dos naves mercantes, que intentó
desembarcar en Concepción, pero fue obligado a replegarse, zarpando hacia
Coquimbo, donde apresó otra nave comercial; su intención era obtener un rescate
por ellas, pero como el Gobernador se negó, el corsario quemó dos de ellas y se
dirigió hacia Juan Fernández para luego proseguir sus andanzas por las costas
del Perú.
Las
relaciones entre españoles y mapuches
en la zona fronteriza se desarrollaban con la normalidad habitual: existían
épocas de enfrentamiento que eran seguidas por otras de paz y comercio entre
ambos bandos.
Españoles - Chile - SigloXVIII |
Al
asumir Cano y Aponte la situación era de paz, pero en 1722 empezó a circular el
rumor de que los indígenas preparaban un alzamiento; notificado el Gobernador,
no creyó en la veracidad de la denuncia. En marzo de 1723 se iniciaron las
hostilidades con el ataque indígena al fuerte de Purén. Cano y Aponte salió de
Santiago rumbo al Sur, acompañado por cerca de 500 soldados, con los que rompió
el sitio que los indígenas mantenían en el lugar. En agosto, los indígenas
ocuparon la Isla de Laja, pero fueron expulsados por las tropas al mando de
Manuel de Salamanca. Poco a poco, la situación se fue normalizando, los
encuentros fueron disminuyendo y en 1725 ya se hablaba nuevamente de paz y en 1727 se celebró un parlamento en Negrete.
Otra de las atenciones preferentes de
Cano y Aponte estuvo en las obras públicas. Bajo su gobierno, se resucitó una antigua iniciativa que durante algún
tiempo se había olvidado: la construcción, tantas veces paralizada por diversas
circunstancias, de un canal que uniera los ríos Maipo y Mapocho. También,
organizó a los habitantes de la ciudad de Santiago para combatir los incendios,
mejoró el sistema de recolección de basuras, y procuró el hermoseamiento de las
calles. Además, fundó un cementerio para sepultar a los indigentes, dispuso la
reparación del camino entre Santiago y Mendoza, e impulsó la construcción de la
Casa de Recogidas.
La
naturaleza se hizo presente durante su gobierno con una de sus manifestaciones
más destructivas: el 8 de julio de 1730 se sintió en Santiago un temblor que,
según algunos testigos, se prolongó durante casi 15 minutos. Luego vinieron
otros y, finalmente, un violento terremoto. Por fortuna, el sismo no causó
muchas víctimas fatales, debido que al sentirse los primeros movimientos, la
población había tomado las debidas precauciones. Sin embargo, los daños
materiales fueron enormes.
En 1731, el Rey Felipe V decidió reemplazarlo y lo
autorizó para abandonar Chile. En julio de 1733, cuando Cano y Aponte ya tenía
68 años y esperaba la llegada de su sucesor, participó en un torneo ecuestre
organizado en Santiago. Cuenta el cronista Carvallo y Goyeneche que el
Gobernador “cabalgaba un brioso y soberbio bruto y se empeñó en hacerlo poner
las manos contra una pared. Se interesaban todos en apartarlo de tan peligrosa
evolución, pero su capricho hizo vanos los esfuerzos de aquellos caballeros y
castigando al bruto con la espuela le obligó a tocar con las manos la pared;
cayó de espaldas y tomó debajo al gobernador”. Cano y Aponte quedó herido y su
salud muy resentida, siendo este accidente la futura causa de su muerte,
ocurrida el 11 de noviembre de 1733.
La muerte del gobernador en 1733 puso
brusco fin a su mandato. En tal coyuntura, la Audiencia nombró interinamente en
el cargo de gobernador a su oidor más antiguo, Francisco Sánchez de la Barreda
y Vera. Pero el virrey lo desestimó y, en pugna con la Audiencia y el cabildo,
nombró provisionalmente a Manuel de Salamanca, hasta la toma de posesión de
José Antonio Manso de Velasco, el 15 de noviembre de 1737.
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